Héctor en el podio como 2º en su categoría M-30 |
Cuando escuché estas palabras de mi hijo Héctor, hace ahora un par de
meses, no pude menos que pensar que era un ejercicio de pretenciosidad e
incluso de arrogancia. Sin embargo, a media que fue pasando el tiempo me fui
dando cuenta de su estado de forma, de sus entrenamientos y, ¡qué coño!, pensé que
para eso había estudiado y de eso ejerce profesionalmente, preparando planes de
entrenamiento para otros ciclistas, entre otras tareas. Por tanto, quién sino
él estaría capacitado para evaluar sus propias posibilidades sobre una prueba
que conoce y frente a rivales también conocidos.
Los primeros ciclistas llegan al Picazuelo |
Así pues, desde mi posición de voluntario en el punto de avituallamiento del
Picazuelo de Herencia, esa breve atalaya desde la que se divisan dos vertientes
de las sierras y un molino coronando la cresta más alta, pude ir comprobando
como esas palabras tenían su fundamento. Cuando cercanos a las nueve de la
mañana divisamos a lo lejos las nubecillas de polvo que levantaban los primeros
ciclistas, difuminados como ligeros esqueletos de hormigas, que avanzaban con
aparente lentitud aproximándose al primer escollo importante, comprobé que
efectivamente la posibilidad del vaticinio era real. Héctor estaba ya en el
primer grupo de unos diez adelantados considerablemente al resto e hicieron un
primer descenso técnico sin separarse apenas entre ellos.
Transcurrió el tiempo y de nuevo en el mismo lugar de paso, ahora a solo 27
kms. de la meta, con unos 75 kms. ya en sus piernas, Héctor encabezaba el grupo
con una ligera ventaja que se igualó en la breve pero intensa subida al
Picazuelo, mientras me lanzaba su bidón vacío para que yo le entregara otro térmico
fresco, según habíamos pactado. Ahora la diferencia entre el grupo de cabeza y el resto de perseguidores era más que
considerable y la única dificultad importante estaba en la última subida al
cerro de los molinos de Alcázar a escasos tres kms. de meta. Seguí por mensajes
el resultado final que me hicieron llegar los compañeros. Héctor había entrado
5º en la general, 2º en su categoría master-30 y 1º entre los alcazareños
participantes. Buen resultado, aunque no ganó.
Héctor desciende una zona técnica con Herencia al fondo |
Después de vernos en casa y tras la siesta, ya con los trofeos en su repleta
estantería, me comentó que junto a los otros dos compañeros de Alcázar, Javier Bellón
y Roberto Vergara, habían hecho el trabajo más ingrato de tirar del grupo y eso
le llevó a agotar sus energías, por lo que llegó a la meta vacío, mientras sus
meritorios rivales supieron sacar provecho de esa generosidad. Toda una lección
para el futuro de estrategia y experiencia. Esta última no se puede entrenar y
la da el tiempo. Héctor tiene ahora una década de plenitud ciclista en la que,
si cuida el físico y acumula experiencia y veteranía, tendrá todos los
ingredientes para hacer real la consecución de sus logros.
Entrada en meta de Héctor en 5ª posición y 1º Local |
El resto de la Titán 2017 ha sido un cúmulo de buenas noticias para la
competición ciclista BTT y para la ciudad de Alcázar de San Juan, que ha sido
foco de atención informativa en círculos deportivos especializados y pleno de
alojamientos de visitantes como casi ningún otro acontecimiento proporciona.
Ahora conviene consolidar esta prueba y analizar los pros y contras observados,
que seguro que todo es mejorable.
Desde mi contribución como voluntario durante unas cuantas horas
disponibles, tanto en la entrega de dorsales, en la que participé en la Plaza
de España, como en el referido avituallamiento del Picazuelo en Herencia, puedo
decir que he aprendido mucho de la complejidad organizativa de estas pruebas,
en las que el WhatApps tiene singular protagonismo. La entrega de dorsales es
un cúmulo de escenas rutinarias pero sujetas a un acertado orden organizativo y
no exenta de despistes de todo tipo, desde quien olvida el DNI, la Licencia
federativa, la talla de su maillot o todo ello junto.
Las bolsas con dorsales y maillots como una plantación de fruta |
Avituallamiento del Picazuelo con aglomeración de ciclistas |
También comprobé el sentido del humor de muchos de ellos, al detenerse en
el punto para avituallarse y negarse a seguir, como nos dijo un biker entrado
en carnes, que no se movería de allí si no le dábamos más sustancia
alimenticia. O el sorpresivo corredor que antes de parar a repostar nos miró
fijamente y exclamó:
- - ¡Pero quién me manda a mí meterme en este
lío! ¿Quién ha sido?...
Y así muchos otros casos, como los que disolvían sales en sus bidones
ofreciéndolas como muestras de coca, o quienes ajenos a la orografía renegaban
de la llanura manchega al ser informados de que aún les quedaba subir otro cerro
de molinos.
Una Mancha sorprendente... para algunos |
Caso significativo fue una participante procedente de Reus que, después de salir 45
minutos tarde, deseaba continuar sola y perdida por la ruta mientras Agustín,
encargado del coche escoba, intentaba persuadirla de su retirada por las buenas,
pese a estar respaldado por la reglamentación de la prueba. Al final imperó la
cordura y regresó por carretera hasta el punto de salida.
Han predominado la educación y buenas formas de la mayoría, que agradecían
los apoyos y servicios de la organización frente a los casos aislados de un
estilo insolente y chulesco de algún que otro participante, que no merecen tenerse en consideración. Es cierto que todo puede mejorarse, pero precisamente
los voluntarios son los menos indicados para recibir el blanco de las críticas.
Siempre es conveniente revisar y rectificar aquello que mejore. Es lo que
seguramente harán, un año más, los organizadores como garantía de que esta
prueba crezca y se consolide como muchos deseamos. Ahora es el momento de
gestionar adecuadamente los entusiasmos.
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