lunes, 28 de septiembre de 2020

RUTA POR LA SIERRA DE ALCARAZ 2020 CON EL I.C.C.

 UNA OVEJA BLANCA Y UN BECARIO

Siguiendo la tradición del calendario anual del Club y aprovechando la inercia, a veces nada fácil, de una respuesta mayoritaria a la fecha de la convocatoria, los componentes del I.C.C. acompañados por Lorenzo Camacho, que hizo las veces de becario a prueba, se reunieron el domingo 27 de septiembre de 2020 para acometer la ruta por la Sierra de Alcaraz, toda una clásica en estos menesteres.

La cita se inició en Tomelloso, hasta donde llegaron los ciclistas expedicionarios desde Alcázar formados por Fontaine, Petrosian y el debutante Lorenzo, todos ellos en el Kia Sportage de Petrosian. A la hora convenida aparecieron los tomelloseros Bernard y Giuliano Martinelli que siguieron camino hacia La Solana donde esperaba ya Malaño, el último componente de los seis.

Todos los miembros del Club uniformados de rojo, por la bajada de temperaturas, menos Fontaine que se convirtió en "la oveja blanca del grupo", en acertada expresión de Malaño, dado que ese fue el color dominante de su equipación, sin que en esta ocasión se produjeran amonestaciones ni otro tipo de sanciones por parte del Club.

La llegada al balneario de Benito en Reolid supuso el primer revés para la expedición, puesto que estaba previsto tomar allí un café de inicio y finalizar tomando un almuerzo ligero como en anteriores ocasiones. El lugar estaba cerrado a cal y canto y tan solo algunos jóvenes deportistas ocupaban dos plazas del acogedor aparcamiento que nos sirve de punto de arranque para la ruta.

El grupo pedaleó con ritmo desde los primeros compases y se sucedieron los relevos habituales sin que la presencia del becario Lorenzo alterase el funcionamiento. Lo que demuestra su capacidad de integración en los grupos como ciclista experimentado que es y, además, con el aval de codearse con colectivos numerosos y complejos como los que salen en su residencia de Madrid.


En Bienservida hicimos una breve parada para que Giuliano dejase constancia de nuestro paso ante la madre de su compañera de trabajo y más adelante iniciamos la primera dificultad de la jornada subiendo el puerto del Bellotar en cuya cima nos hicimos la foto de rigor.

La bajada nos condujo hasta Villverde de Guadalimar donde, además del rito de tomar agua del caño e higos de la higuera, nos condujo Malaño hasta un bar con terraza que afortunadamente se encontraba abierto y donde pudimos tomarnos un reconstituyente café con leche acompañado de un bizcocho casero.

Continuamos después hacia la segunda dificultad de la ruta, la subida larga y tendida del Puerto del Arenal en donde sufrimos, una vez más, la presencia continua, atosigante y temeraria de los numerosos moteros que hacen de la carretera su circuito de pruebas con el consiguiente peligro para quienes pueden ser barridos en sus arriesgados trazados de curvas.

Afortunadamente no pasó nada y alcanzamos la cima, pasamos por el nacimiento del Rio Mundo en sus inmediaciones y llegamos a Riopar con la grata sorpresa de que han asfaltado toda su travesía, que ahora resulta mucho más cómoda y suave. Continuamos, dejando la subida a Riopar Viejo para otra ocasión para evitar prolongar en exceso el tiempo del recorrido y acometimos el ascenso al puerto de Las Crucetas.

En esta ocasión, la subida se fue haciendo llevadera porque el calor no apretaba, el ritmo era cómodo para adaptarnos a Malaño y porque el paisaje, con ligeras caídas de agua en las cunetas, prestaba su particular impulso estético y climático para hacer más agradable el paso de los ciclistas. Nuevamente posamos junto al cartel indicador para dejar constancia de nuestro paso.

Desde Las Crucetas sabemos que ya todo es una larga bajada en la que se alcanza gran velocidad dado que la visión del horizonte es amplia y las curvas terminan diluyéndose en grandes y sucesivas rectas descendientes. El paso siguiente es atravesar Salobre por su casco urbano, muy concurrido de gente en las terrazas de forma excepcional respecto al resto de poblaciones. ¿Será el influjo de Bono que lo propicie?

A la salida y como también es habitual nos desviamos por el Estrecho del Hocino, que continúa cerrado al tráfico pero que es accesible en bicicleta saltando las vallas protectoras. El paisaje es espectacular, como siempre, y Lorenzo se llevó una sorpresa inesperada que le causó una grata experiencia durante el recorrido.


Finalmente llegamos a los coches y tras preparar el retorno y cambiar nuestros atuendos, nos dirigimos hasta la cercana Reolid en una terraza al borde de la carretera donde pudimos acomodarnos, tomar unas cervezas acompañadas de varias raciones, que no eran precisamente de digestivos hidratos  reparadores pero sí que suponen un placer al paladar, precisamente por su condición de ser productos poco recomendables dietéticamente según la ortodoxia gastronómica ciclista pero que incitan a la transgresión y al disfrute, como así reconoció Bernard.










DATOS TÉCNICOS: (GARMIN)

FECHA: Domingo 27 de mayo de 2020

ITINERARIO: Balneario de Benito - Villapalacios - Bienservida - Villaverde de Guadalimar - Ncto. del Río Mundo - Riopar - Salobre - Estrecho de Hocino - Balneario de Benito - Reolid

DISTANCIA: 79 kms.

TIEMPO DE PEDALEO: 3 h. 59' 20''

VELOCIDAD MEDIA: 20 k/h

CALORÍAS: 3.008

DESNIVEL ACUMULADO: 1.366 m.


EL I.C.C. EN RUTA POR EL CAMPO DE CALATRAVA

EL LEGADO DE DON ANDRÉS 

La convocatoria de esta nueva salida del I.C.C. llegó a finales de septiembre de este atípico año inolvidable por estar sometidos al influjo de la pandemia del coronavirus. Pese a ello, este singular Club Ciclista Internacional ha tratado de mantener el vínculo entre sus miembros como lo están haciendo las grandes pruebas competitivas como el Tour de Francia y próximamente la Vuelta Ciclista a España o el Giro de Italia.


Esta vez la cita de inicio tuvo lugar en la Casilla de Mirasierra, a 16 kms. de Manzanares, a los pies de la Sierra de Siles, en una genuina quintería campera que fue propiedad de los ancestros de Bernard y que resume el legado patrimonial más importante que puede hacerse entre generaciones.

Don Andrés Villegas era un próspero comerciante de Manzanares que tenía a gala una de las costumbres más populares entre las familias trabajadoras para disfrutar de su mes de descanso estival: arrendar una casa en el cercano campo a la población pero lo suficientemente lejos como para sentirse aislado. Hombre de tradiciones arraigadas en la cultura del español decimonónico, es decir, apasionado de la caza, de los toros y de otras actividades semejantes en cuanto a cercanía al mundo rústico y rural, descubrió en una de estas casillas de alquiler el objetivo de su inversión más deseable.

Logró llegar a un acuerdo con el propietario de la finca y cerró el trato a cambio de tres trajes de pana con chaleco como condición necesaria para hacerse con la propiedad. La casa consta de una amplia zona común con chimenea baja, vasares y varias zonas menores contiguas para dependencias de otros usos que se han ido modificando con el paso del tiempo. Su estructura no difiere mucho de lo que el arquitecto Fisac definió como prototipo de la quintería o casa rural manchega y en ella de dan cita algunos elementos que la caracterizan, como el tejado a dos aguas, el suelo rojo de barro cocido de Santa Cruz de Mudela, la puerta de entrada con cuarterones de madera y las rejas protectoras de puerta y ventanas propias de las viviendas manchegas.

La misma austeridad interior se refleja en los terrenos que la rodean, libres de alambradas u otras limitaciones de la parcela, que facilitan la buena voluntad inicial de propietarios y visitantes, el pozo para abastecer de agua mediante un generador autónomo, cuatro tinajas a modo de depósitos permanentes y un pequeño bosque de arboles de distintas especies: tuyas, pinos, sabinas, acacias, ailantos, olmos, higueras, ... que se han ido añadiendo por las sucesivas generaciones de propietarios familiares. Sin agua corriente y con la luz de candiles, velas o carburo cuyo manejo hacía a Don Andrés exclamar de vez en cuando: ¡Fuera! ¡Fuera!, si intuía que había peligro de explosión.

En este marco tuvo lugar la concentración de los ciclistas que acudieron a la cita y que una vez preparados y dispuestos a salir  recibieron la llamada de Giuliano Martinelli para comunicar, por enésima vez, que un despiste le obligaba a regresar a Tomelloso para calzarse las necesarias zapatas con calas de ciclista. Aceptado el trámite, los restantes iniciamos la marcha subiendo las primeras rampas por Siles y continuando hasta llegar a Moral de Calatrava, seguir por Granátula de Calatrava, Aldea del Rey, donde hicimos una parada en la churrería "Gran Vía", donde Bernard conocía a su alumna y propietaria, para continuar por Calzada de Calatrava, de nuevo Granátula, donde tomamos contacto con Martinelli que, de forma discreta como es su costumbre, se quejó, ante la estatua del General Espartero, de la escasa y confusa señalización de la salida hacia Calzada.


De nuevo el grupo se volvió a separar porque Giuliano optó por regresar por Moral donde había dejado su vehículo y el resto continuamos por el trazado previsto pasando por las inmediaciones de Almagro, después Bolaños, localidad que se encontraba confinada e inaccesible, para seguir en dirección a Daimiel y tomar el cruce de la que enlaza esta última ciudad con Valdepeñas antes de girar por último hacia la carretera de Moral a Manzanares a escasa distancia ya de la finca. Fueron un total de 101 kms. de los que en casi dos tercios el viento nos sopló de cara, con lo que conlleva de desgaste.


Pero Bernard se había encargado de ayudarnos a reponer fuerzas con unas refrescantes cervezas, enfriadas al modo tradicional del contacto con el hielo y, más tarde, un sabroso pisto manchego seguido de varias carnes de cerdo braseadas en la parrilla del fuego de la casilla, regado por un buen vino garnacha tintorera de la bodega Finca La Estacada. Todo un ritual heredado de la más auténtica tradición rural de nuestra zona.

Además de la sobremesa y los postres hubo lugar para recorrer algunos secretos de la arboleda, que hace también de cementerio de los perros de la familia y cuyas lápidas son sendas piedras que los identifican. El último, Lupo, al que hemos conocido, aún muestra la caliza de la tierra removida recientemente. También tuvimos ocasión de observar algunas culebras en el fondo del pozo y conocer la historia de un ave rapaz que cayó en el mismo y que obligó a un despliegue inusual de medios de rescate que consiguieron salvarlo y llevarlo hasta el centro de recuperación de Sevilleja de la Jara hasta su curación y puesta en libertad.

El remate de la jornada fue toda una exhibición de algunos ciclistas reconvertidos en aizcolaris ocasionales que se enfangaron en derribar y trocear a golpe de hacha y a vaivenes de sierra, un olmo enfermo que no terminaba de troncharse en su debilitado estado de derrumbe y que fue vencido finalmente por estos heroicos y polivalentes deportistas ante la mirada y el agradecido gesto de Bernard que vio así facilitada una tarea que debería acometer tarde o temprano. No me extraña que en este lugar, Bernard, reconozca a estas alturas de su vida, que ha pasado los mejores años de su vida. 



           


DATOS TÉCNICOS DE LA RUTA:

FECHA: Viernes, 25 de Septiembre de 2020

ITINERARIO: Casilla de Mirasierra, Moral de Ctrava., Granátula de Ctrava., Aldea del Rey, Calzada de Ctrava., Granátula de Ctrava., Almagro, Bolaños, Cruces de carreteras, Casilla de Mirasierra.

DISTANCIA: 101 KMS.

TIEMPO DE PEDALEO: 4 h. 6' 39''

VELOCIDAD MEDIA: 25 K/H.

CALORÍAS: 3.344