sábado, 29 de mayo de 2021

SALIDA POR LA LLANURA ILIMITADA

Aprovechando la necesidad de hacer una revisión ordinaria de su vehículo Honda, Fontaine contactó con Bernard para aprovechar la mañana con algo más que café y conversación. Desde el punto de encuentro de la cita, en las instalaciones de Agritrasa tomellosera, Bernard propuso un recorrido novedoso y sorprendente, no tanto por el trazado, con rectas infinitas, sino por los puntos visitables a lo largo del mismo y un colofón final acorde con la jornada.

La ruta tomó la dirección pedroteña dejando a la derecha el santuario de Pinilla con su Virgen de las Viñas cuya celebración se echa de menos no tanto por la devoción mística de sus participantes sino por la recuperación de la ingesta de vino, que ha descendido notablemente desde el comienzo de la pandemia.

Siguiendo hacia el cruce próximo a la estación ferroviaria de Río Záncara, se dejan al lado dos ejemplares magníficos de encina, cuya sola contemplación merece la pena. La primera, llamada Sandalia, es un árbol robusto y legendario que marca un hito en la zona y, la segunda, no le va a la zaga, aunque sus dimensiones son algo más reducidas.

Llegando a los Arenales de San Gregorio (antes de la Moscarda) y salvando los obstáculos de un mercadillo callejero, los ciclistas nos presentamos en el enclave donde se erige majestuoso el Pino Vicentillo, centenario ejemplar que es símbolo y emblema de la población y que recientemente se salvó de su caída al perder una de sus gigantescas ramas pero conservar el resto y seguir sobreviviendo. Verdaderamente su observación y presencia en el entorno resulta espectacular. Pese a la cercanía y a las referencias, Fontaine era la primera vez que lo contemplaba.

Regresamos sobre los mismos pasos en dirección a Río Záncara y después en el cruce de la carretera hacia Tomelloso tomamos el carreterín, vacío y pulcro, hasta Socuéllamos. El viento nos seguía azotando de frente y la llegada supuso un alivio al esfuerzo. Pasamos por varias calles, en una de las cuales se encuentra el avión militar de caza como objeto decorativo de una rotonda y más adelante llegamos al entorno de la iglesia de la Asunción, cuya restauración parece haberse librado del mal gusto y el chapucerismo habitual en estas obras. La iglesia es imponente desde fuera y quizá merezca una visita más a fondo a todo el conjunto. De allí a la plaza principal, en uno de cuyos bares tomamos un café antes de emprender el regreso.

El tramo final entre las mágicas poblaciones rurales de Socuéllamos y El Tomelloso, línea recta perfecta en el trazado y buenos asfalto y arcén para acometerla, permitió a los dos ciclistas hacer los 21 kms. en 35 minutos, es decir, todo un placer de rodaje favorable en la llanura ilimitada que La Mancha nos ofrece desde sus habituales rincones.

El colofón celebratorio lo puso Bernard al llegar a su domicilio tomellosero, previo paso por el taller a recoger el Honda debidamente revisado, al ofrecer un brindis con el auténtico vino de Agapito, valdepeñero genuino que hace las delicias de los amantes de la elaboración tradicional y más si viene envuelto en una garrafa clásica de arroba forrada de enea que le otorga todo un plus de sabor al alcance de los nostálgicos irreductibles. Amén.