lunes, 5 de julio de 2021

LAGUNAS VIVAS DE VILLAFRANCA DE LOS CABALLEROS

Ayer participé en la marcha reivindicativa en defensa del agua de las Lagunas de Villafranca y su entorno natural. Paraje al que le tenemos especial cariño desde pequeños cuando nuestros padres nos llevaban durante el verano a pasar los domingos y festivos y también en alguna que otra temporada de baños. Lo cierto es que Villafranca se fue convirtiendo en una zona atractiva, plagada de árboles y vegetación autóctona así como también un lugar de paso para la realización de numerosas rutas ciclistas tanto por sus caminos como por sus carreteras hacia Camuñas, Quero o hacia otras direcciones.


La Asociación Lagunas Vivas de Villafranca viene desarrollando algunas campañas de difusión de las necesidades que plantean estos humedales y ayer día 4 de julio organizó una concentración de ciclistas en la Plaza de España de la misma para ir a recibir a un grupo más restringido de miembros que venían recorriendo la ruta del río Gigüela desde sus orígenes en el conquense Puerto de Cabrejas hasta llegar a la referida zona de Villafranca en la que el agua es provisional y sufre la sequía durante casi todo el año.

Calculo que estaríamos unas sesenta personas, la mayoría ciclistas habituales, más un grupo de chicas de diferentes edades, algún jovencito acompañando a su padre y los miembros de la Asociación que han coordinado ésta y otras acciones divulgativas. Yo llegué después de salir sobre las 8:15 desde Alcázar y de parar previamente en La Veguilla que estaba plagada de aves, especialmente flamencos. Fui por el camino clásico y continué por la vega hasta pasar el puente de la Tamarilla y entrar al pueblo por el IESO La Falcata cuando el reloj daba las nueve y la concentración estaba a punto de partir.

Recorrimos varias calles de la población antes de tomar nuevamente el camino que yo había recorrido momentos antes hasta el puente de la Tamarilla. En uno de los cruces escuché un gracioso intercambio de palabras. Un señor mayor le preguntó a una joven ciclista del grupo que qué era lo que hacíamos. Esta le respondió:

- Pedimos agua para que no se sequen nuestras lagunas.
A lo que el señor respondió con bastante sorna:
- Vino, es lo que os van a dar.

Después continuó la marcha, a un ritmo bastante cómodo para los habituados a pedalear en grupo, y sucedió otra anécdota de lo más divertida cuando observamos que un ganado de ovejas corría en paralelo a los ciclistas a la misma velocidad que éstos. Resultó que se habían espantado por un descuido del pastor que no logró controlarlas y que venía gritando al poco tiempo acompañado de un perro. Finalmente y al poco de pasar el puente, el rebaño se detuvo dejando una inmensa polvareda y el pastor logró controlar la situación mientras nosotros seguíamos por los pozos de Navarro por la Cañada en dirección a Quero.

Llegados a esta nueva localidad atravesamos algunas de las calles de la población, incluida la Casa de la Palabra, de grato recuerdo, para tomar un camino paralelo a la carretera hasta llegar a la ermita de San Isidro donde nos encontraríamos con el grupo que venía de los orígenes del Gigüela. Allí nos hicimos una foto grupal y tomamos nuestro avituallamiento para continuar después por el margen del río y tras sortear las zonas de tarays, cruzar nuevamente el río por otro puente y llegar al punto donde el agua alimenta a las lagunas, llegamos a estas por la zona del Aula de Interpretación donde finalizaría el recorrido, aunque previamente yo me adelanté para regresar un poco antes hasta Alcázar dado el calor reinante y lo tardío de la hora, recogí la camiseta conmemorativa que había adquirido a los organizadores (Diana, Alejandro, Javier...), a los que hay que felicitar, cerrando así mi particular jornada que resultó amena y satisfactoria con los siguientes datos ciclistas:

DISTANCIA: 73 kms.
VELOCIDAD MEDIA: 19 k/h.
TIEMPO DE PEDALEO: 3 h 54’ 50’’
CALORÍAS: 907 kcal.