¡Irrefrenable
vocación internacional! El ICC ha vuelto por sus fueros llevando a cabo
un viaje deportivo de altura en las alturas: tres etapas de alta
montaña en los “cols” más famosos y renombrados de los Pirineos
franceses.
Sí, la tenacidad de unos, la ilusión de otros, el espíritu viajero y deportivo pudieron más.
Pudieron
más que las infundadas dudas, los temores al esfuerzo desconocido, el
apego a la rutina, la inclinación al individualismo y el amor a las
trincheras de la vida familiar.
La furgoneta y el
carricoche de Martinelli salvaron los últimos obstáculos. El ICC ha sido
fiel a sus orígenes y ha cruzado la raya pirenaica.
Laruns:
Humedal
francés al pie del Portalet. Francia verde. Camping verde. Cesped
verde, acogedor. Alegría de tiendas que se despliegan. Río cantarín. Por
la mañana, rumbo seguro y pedaleo fácil por los vericuetos del bosque
de Baguer camino de St. Christau. Tierras de la “Quebrantahuesos”.
Recuerdos de otras citas deportivas. Y al fin Escot y el Marie Blanque.
Los cuatro kilómetros más duros de los Pirineos esperan. No hay
estrategias de grupo. Cada cual según sus fuerzas debe alcanzar la cima.
Duro bautismo internacional para Fontaine y Dfa. Primer logro, primer
objetivo conseguido. Sin fraudes ni decepciones; la ascensión está ahí,
para quien quiera comprobar su dureza.
Argelés:
La
historia del Tour nos contempla. Argelés, carrefour de caminos,
escenario de gestas, patrimonio del ciclismo internacional. Pradera
acogedora. Limpieza francesa y silencio francés que contrastan con las
pautas vocingleras y los usos incívicos de otros lugares. Espaguetis,
cervezas y helados. Espera el Aubisque. De “bonne heure” el club rueda
hacia el col de Soulor, el escudero de aquél. Los kilómetros más bellos
que pueda anhelar un ciclista enlazan ambos puertos. Pegatinas de todo
tipo cubren el famoso hito que señala la “sommet”. Descensos
vertiginosos al pie del precipicio. Ferriéres aguarda. Las Espandelles
también. Es la hora de aceptar los errores y decidir. Los mapas
aconsejan la ruta de Asson y Lourdes (antigua conocida). Relevos, calor,
sufrimiento compartido, búsqueda de un cuartel que se prolonga y no
llega. Normalidad en la etapa.
Y al fin, ducha y
restauración posterior en la ciudad. Martinelli explica al camarero, por
infalibles señas, cómo deben ser la cervezas.
Llegó el
momento. El Tourmalet aguarda impaciente. Alegría en la carretera.
Atascos (“as usual”) en Luz. Saludos al camping que prestó una caravana
hace veinte años (¡casi nada!) en la primera subida. Gentes espigadas
que adelantan. Malaño que ajusta la pedalada y no puede evitar
comparaciones con otros ascensos. Solidaridad de Martinelli. Alegría de
la cima hecha mito, que se muestra como una auténtica Babel. Guiños
complices con Lapize. Reconocimientos a Christophe. El chasquido de la
horquilla de éste resuena aún en cada descenso. Bajada prolongada que se
siente en la espalda y en la manos. Objetivo alcanzado ¿Volveremos de
nuevo? Es la pregunta latente.
Incidente internacional
en Luz. Cosa de poca monta. No llegó a intervenir la gendarmería. El
carrillo espera impaciente un nuevo desplazamiento. Le ha cogido el
gusto a eso de andar por la France.
Arreau:
Camping
poblado que obliga a contrastar recuerdos. Hueco en la memoria para el
Talbot: “Monsieur, le ventilateur ne marche pas”. Las aguas del Neste
viajan con rapidez en la inmediatez del campamento. Se deja el Aspin
para mejor ocasión. Algunos corredores han hecho el cupo. Hay acuerdo.
Siguiendo la tradición: búsqueda dificultosa de restaurant bueno bonito y
barato. Al final se encuentra y se ajusta al presupuesto. Compra y
olvido de salchichones. Cena alegre (formule A). Cambio de pareceres
sobre temas que interesan al ICC (¡ay, las mujeres…y sus maridos!)
Desatención hostelera a la hora de las copas. Normalidad. Sueño
tranquilo, arrullado por las aguas bravas del río murmurador.
L’ Ainsa:
Túnel
estrecho. Calor. Ciudad medieval enclavada en otros Pirineos (“… los
que los separan Francia”). Acentos familiares, inteligibles. Cafés con
hielo en su punto. Piedras centenarias que hablan de otros esfuerzos y
trabajos, muy distintos a los nuestros (¿o quizás no?). Calor en la
carretera que anuncia el valle del Ebro. Prisa contagiosa. El desierto
que acecha y, al igual que el moro africano de otros tiempos, llega
hasta el Pirineo enseñando sus garras: 43º.
Horas de
coche. Conversación que languidece (se vuelve, no se va a la feria). Y
el tiempo que se ha estirado. Cinco días que son más. Impresiones y
recuerdos ya imborrables. Tímidos proyectos. El ICC ha alcanzado los
objetivos propuestos en todos sus planos; sobrevive y se agranda un poco
más la leyenda.
Tarbes, 13 de agosto de 2012
Philipe Camus
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