Es lo que tiene este equipo, que pasa de hacer partidos impropios de su categoría y presupuesto a recuperar las esencias de lo que debe ser un equipo en su plenitud: defensa sólida, centro del campo agresivo y recuperador y ataque fino y contundente. Y además lo consigue acoplando piezas que hasta el momento habían ocupado un papel secundario, como el caso de Marcelo, por quien yo hubiera apostado por dejarlo marchar, o de Huntelaar, que no veía puerta por ningún hueco, o del también recién incorporado Lass Diarra, que se está convirtiendo en el jugador clave del esquema madridista.
El partido ante el Betis fue espectacular, ya no sólo por el resultado y por la calidad de algunos goles (los dos de Raúl me parecieron antológicos) sino por la imagen de excelencia que ofreció todo el equipo. Con movilidad, soluciones, fluidez y mando en el manejo de balón, entradas por las bandas y una red defensiva casi infranqueable, tanto es así que la pifia de Casillas, que le hizo un regalo a Oliveira, pasó desapercibida en el conjunto de aspectos positivos. Si todo esto es obra del buen criterio del pedroteño Juande, doble satisfacción y que continúe mucho tiempo.
Este Madrid ilusiona porque se le empieza a ver con posibilidades de ganar a cualquiera y de no dejarse llevar por el individualismo de sus figuras. Ahora toca el Liverpool y con él ver más cercana la posibilidad de conseguir la 10ª. ¿Quién iba a pensar hace unos meses que esto podría ser? Ahora, sin embargo, el madridismo vuelve a estar esperanzado y eso en el fútbol, como en la vida, lo es todo.
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