Primero me centraré en lo que fue el partido de la gran final entre el Real
Madrid y la Juventus de Turín con la Copa de Europa en juego, que a la postre
significaría el 12º título para el equipo merengue.
De salida, la asfixiante presión de los jugadores italianos, unida a esa
dosis de agresividad que impone el intentar frenar la asumida inferioridad
técnica respecto al equipo madridista hizo que el dominio fuera turinés, con
alguna que otra oportunidad desbaratada por un buen Keylor Navas. El resto del
equipo se limitó, como ya había ocurrido en bastantes partidos de la liga
española, a capear el temporal e intentar amainar ese temporal con el menor
daño posible. Esta vez lo consiguieron gracias al primer gol del inefable
Cristiano que cazó un buen centro de Carvajal para llevar el balón a la red
fuera del alcance de Buffón. En otras ocasiones han sido los contrarios quienes
se anticiparon y luego costó superarlos o perder puntos que a la postre suelen
ser decisivos. Pero el fútbol es así y el actual Madrid es muy bueno, tiene un
plantel excelente y motivado, está dirigido con criterio y sensatez pero pese a
ello, no puede ganar todos los partidos, no puede jugar bien los noventa
minutos de todos los partidos y no pueden poner a sus veinticinco grandes
jugadores todos los partidos.
Superado este inicio con el empate de la Juventus, merced a un gol
inesperado pero valioso de su delantero Mandžukić, acabó la primera parte y con
ella el agobio y la posible incertidumbre, porque lo que ocurrió a continuación
fue todo un recital de buen juego, dominio de los espacios, capacidad de
generar peligro por las bandas y remates limpios y precisos para marcar cuatro
goles superando todos los que su rival había encajado a lo largo de la
competición. Lo más destacable es la sintonía de cada uno de los jugadores en
beneficio del colectivo. Hombre a hombre sería difícil encontrar alguno que
hiciera un partido mediocre. Todos destacaron en su labor y algunos
especialmente lo bordaron. Si tengo que destacar a uno es a Cristiano porque,
como siempre digo, el fútbol es gol y él, hoy por hoy, no tiene parangón en ese
oficio en el que ha batido ya todos los records habidos y por haber. Diez goles
en las tres últimas eliminatorias finales están al alcance solo de los muy
privilegiados y dudo de que alguien en la historia pueda repetir un gesta así
en el futuro, aunque todo pudiera ser en este planeta futbolístico. Los
jugadores turineses quedaron desconcertados e impotentes y solo algunos
recurrieron al peor de los remedios en esos momentos de zozobra como es
hacer faltas innecesarias y pérdidas de tiempo que solo benefician al equipo
que va por delante en el marcador. Si hubiera sido al revés, con un 2 – 1 a
favor de los italianos en los primeros minutos de la segunda parte, el partido
se habría acabado porque ellos son expertos en agotar el tiempo a base de
triquiñuelas y ardides extradeportivos, pero hasta en eso el Real Madrid les
hizo probar de su propia medicina.
Y ahora quiero comentar al Madrid como Club que ha llegado hasta esta nueva
época dorada de la mano de un presidente, Florentino Pérez, que, será
cuestionado como en su día lo fue Bernabéu, pero que tiene una intuición
empresarial en lo futbolístico que pasará a la historia como el hombre que
condujo al Real Madrid a la modernidad.
Ya en sus inicios acuñó aquello de Zidanes
y Pavones para expresar su deseo de que el equipo lo debían formar
jugadores de gran calidad, fichados a golpe de talón junto a jóvenes canteranos
que se hayan nutrido de la cultura madridista desde sus inicios. Esta
combinación no siempre cuaja porque la calidad de los pavones está sujeta a ciclos y éstos suelen ser caprichosos en su
rendimiento. Ya pasó hace unos años cuando la cantera de su gran rival
barcelonista se llenó de figuras que le proporcionaron una etapa plena de
éxitos con la guinda de Messi como buque insignia. Pero ese ciclo ha llegado a
una etapa de escasez y el club catalán tiene que recurrir al talonario si no
quiere que su equipo se vulgarice como un mero comparsa.
En el Madrid se cuida la cantera, se apuesta por la formación y por los
jóvenes talentos propios, pero se sabe que no todas las cosechas son de la
misma calidad y hay que compensar con jugadores estrella para responder a las
expectativas que se han generado en una afición cada vez más exigente y
cosmopolita.
Y aquí creo que está el otro secreto del actual dominio madridista. Lo dijo
Florentino al acabar la final y proclamarse campeón. Este es el resultado de un
conjunto de aportaciones sin las cuales no sería posible: una plantilla amplia
de gran calidad, un equipo de técnicos capaces y solventes, una afición
entregada y exigente y, quizá lo más importante para mí, una organización por
detrás, que permite que todo lo anterior se pueda poner en marcha como un
perfecto engranaje. Esa es la actual grandeza del Real Madrid. Ha conseguido
nuevamente estar a la cabeza como el club mejor organizado, lo que le permite
abrir nuevos mercados de aficionados, tener solvencia económica y generar un
conjunto de posibilidades deportivas en sus equipos que tarde o temprano dan
frutos en forma de títulos en las distintas competiciones. Florentino ha puesto
el listón muy alto con su gestión pese a todas sus sombras. Difícil lo van a
tener sus sucesores salvo que sigan la línea por él emprendida. Ojalá sea así
para disfrute de los que somos madridistas.
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