Agapito, Juan Antonio, Josemi, Antonio, Bernardino y Pedro |
Cuando Bernardino abrió el portón trasero de su vehículo para mostrarnos la
recompensa que nos aguardaba al final de la etapa, compuesta de cervezas
litronas y patatas fritas ligth de
presunto jamón, según rezaba en la
etiqueta de su envoltorio, no cabía duda: éramos presuntos ciclistas los
aspirantes a tan estimulante como inconsistente premio final.
El portón trasero donde se aprecia el cofre de las promesas |
Y con tal presunción, acometimos el inicio de una ruta, cuyo comienzo al pie
de la crestería consaburense no pudo ser más atractivo. La hora ideal para el
pedaleo con fresco, los vehículos estacionados a la sombra futurible de las
acacias de un restaurante de carretera en horas bajas por falta de protagonismo
y un grupo de bikers road dispuesto a
darlo todo, no para ganar nada, sino para durar más.
La salida fue fuerte, con asfalto en buen estado, viento en calma y terreno
descendiente hasta casi Los Yébenes, en donde el río Algodor deja su
inconfundible aroma y marca la frontera con las suaves elevaciones del terreno que
se irán acentuando a medida que se aproximan las estribaciones de los montes
toledanos. Llegados a Marjaliza comienza
la subida al puerto y se impone el K-1. Antonio se destaca del grupo y cuando
alcanza a dos bikers y los saluda, uno de ellos le devuelve una peineta sin
motivo, sin sentido, sin estilo, sin pensar que Pedro y yo veníamos a
continuación y lo vimos. No hubo palabras ni saludos. Con la mirada fue
suficiente para reprocharle su actitud. Si hay presuntos ciclistas como
presunto jamón, también hay presuntos gilipollas sin remedio.
Puerto y molinos en Los Yébenes |
A la llegada a la cima, Antonio nos espera ya a la sombra hablando con un
romántico en vespa que le da todo tipo de consejos. El grupo no tarda en
reagruparse y continuar la bajada hacia Arisgotas, cuyo tránsito es ciertamente
enrevesado pese a la pequeña dimensión de su núcleo urbano y con un coche apareciendo
en cada uno de los cruces. Seguimos camino hacia Orgaz, cuyo condado
inmortalizó El Greco con su entierro, mientras Josemi advierte que “ya se ve la
torre” en cada uno de los tramos cercanos, donde tomamos un ligero
avituallamiento.
Desde allí seguimos para dar cuenta de la última subida con más dificultad
de la mañana, un pequeño puerto camino de regreso nuevamente hacia Los Yébenes.
El asfalto se
hace cada vez más tosco y áspero. Esto, unido al aumento del calor, endurece
las condiciones para los ciclistas. Antonio nuevamente corona en solitario y
aún tiene fuerza para regresar a por el resto de compañeros. Se oye de fondo
que la travesía de la población cinegética la haremos por donde está el monumento
al marido de la exconcejal Olvido Hormigos, pese a que luego durante el
recorrido aparecen varios ejemplares escultóricos en otros tantos puntos
estratégicos, por lo que nos topamos con presuntos cuernos que cualquiera de ellos podía
ser el objeto de la dedicatoria.
Agapito |
Josemi |
Bernardino |
Antonio Maciá |
Enfilamos finalmente la interminable recta de regreso hacia Consuegra y
salvado el ahora primer tramo descendente hasta el río, nos aguardan continuas
subidas suaves pero endurecidas por el calor y el cansancio que despiertan el
deseo de todos de que la anunciada visión de la torre se cumpla realmente, porque también hay presuntas torres que solo existen en la imaginación de los
fatigados ciclistas que desean ver en ellas el esperado final de su renovado
sufrimiento.
Pedro |
El grupo dando cuenta del presunto jamón |
Y destapó Bernardino maletero, nevera y jamón. Corrieron cervezas y limón a
la sombra del parador, que solo puso el decorado. Una rubia alegró con su
presencia a los machos allí concentrados. Vuelta al pueblo para rematar en Los
Arcos las correrías pasadas, a comentar las jugadas, donde todo lo encontramos:
jamón, patatas, ciclistas, pedrestes o pederastas, cuernos, gilipollas y una
torre en cada cuesta.
1 comentario:
Ánimo chicos y mucho cuidado con los cafres
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