Manolo Delgado durante su intervención |
Manolo puso de manifiesto no sólo su amor por el fútbol como principal
deporte, sino la pasión con la que lo vive pese a su condición de septuagenario,
que ya ha conseguido sus metas más relevantes, que no son pocas, por cierto. Su
intervención me recordó otra velada compartida con él en Villafranca de los
Caballeros, en la que homenajeó a sus antiguos compañeros de equipo en sus
inicios y a dos de sus maestros futbolísticos de aquellos tiempos, El Jaro y
Garrido, referencias vivas entonces del fútbol local, y en la que puso de
manifiesto sus dotes de comunicador y animador del grupo en cualquier
circunstancia.
Ayer, se saltó el habitual protocolo y rigidez de este tipo de actos y se
lanzó hacia el público, mayoritariamente juvenil, futbolero y con deseo de
aprender, para ponerles en tensión verbal como si estuvieran en pleno partido. Hasta
hizo salir a varios de ellos para ilustrar determinadas facetas y recordarnos el “pulso gitano”, juego en desuso, que en su opinión encierra todo un
conjunto de saberes, estrategias, propiocepciones y demás ingredientes
aplicables a la actividad futbolística.
Manolo es un defensor del fútbol pero entendido como un juego en el que se
conjugan tres cualidades esenciales: la velocidad, factor que hace que la
superioridad se incline hacia quienes la poseen por encima del resto, el
engaño, es decir, la argucia, la finta, la treta, en lenguaje odiséico, como
componente fundamental para vencer al adversario y, por último, la pasión, la
emoción que todo lo mueve y que pone en activo al resto de capacidades si uno
las sabe canalizar adecuadamente, con la ayuda de los buenos maestros, cuyo
secreto consiste en quererte, en darte su confianza.
Además cree que no han perdido vigencia ni tácticas ni estrategias de otros
tiempos y por eso Claudio Rainieri está triunfando en la Premier británica, con
un fútbol sobrio y eficaz. Y para complacencia de Isidoro, mito de nuestro
balonmano, considera que es este deporte el que más aportaciones ha hecho al fútbol
moderno y de toque, por su semejanza al continuo movimiento sobre el área,
hasta encontrar los pasillos de penetración.
Y para ilustrar todo esto, Manolo proyecta una foto fetiche, en la que se
puede ver a una niña de unos cinco años, golpeando el balón con una pose de
elegancia, de control postural, un rictus de cara apasionadamente intenso, una
estampa decididamente didáctica, y todo un coro de compañeros observando la
acción, unos y otras desde el asombro, la admiración o la desidia mientras se
comen el bocadillo del recreo. Como en la vida real.
Filmina con la niña golpeando el balón |
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