Panorámica del embalse de Azután desde el viaducto |
Rememorando lo acaecido hace ahora doce años, allá por octubre de 2006, he vuelto a La Jara. Esta vez acompañado por mi entrañable amigo Jesús, al que recogí en su casa de Villamuelas, donde pude saludar a Bea y a su hijo Lukas, al que llevaba tiempo sin ver y al que encontré con un aspecto imponente, fuerte y atractivo mientras prepara una dura oposición a bombero con ánimo y resolución.
Cartel anunciador de la Vía Verde en Calera y Chozas |
Se nos hizo ameno el viaje hasta Calera y Chozas, punto de arranque de la Vía Verde, ferrocarril frustrado que pretendía unir Talavera de la Reina con las vegas altas del Guadiana. Y hasta nos despistamos en el inicio por llegar al punto de partida en el polideportivo y no en la antigua estación que es realmente su origen. Pero, superado el intrascendente despiste, nos adentramos en uno de los recorridos más estimulantes que pueden elegirse durante esta fecunda y florida primavera.
Jesús entre bicicletas con la nieve de Gredos al fondo |
A lomos de dos ejemplares de ciclos de paseo, una clásica Peugeot, sólida y pesada como muestra su acero forjado de años pasados y una Van Moof moderna, con tubos de aluminio y luces de led que se recargan en cualquier puerto USB, ¡lástima que no se recarguen también los ciclistas!.
Justo descansa junto a su Van Moof |
A ritmo de cómodo paseo, con la única dificultad de un incesante viento lateral que fue en aumento en ambas direcciones y un desnivel progresivo a la ida, fuimos apurando la marcha entre la contemplación del paisaje, la amena conversación y las constantes paradas, ora para ver el excelso panorama, ora para escuchar el trino de los diversos pajaritos que celebran la imparable primavera e incluso para observar la huida rauda de un bonito lagarto que cruza la vía como una exhalación.
Parada en la fuente de la Garrapata |
Jesús, gran conocedor de estos entornos desde su paso por Sartajada en la Sierra de Gredos, te invita a momentos de silencio en puro disfrute ambiental, donde los sonidos naturales se imponen a los ecos de la ciudad que se nos queda por un día muy lejos. El pasillo semiasfaltado por un áspero suelo en claro deterioro al lado de una zona de tierras compactadas está orlado por las innumerables plantas silvestres en flor que han estallado con toda su fuerza: predominan las jaras, pero se hacen notar los cardillos, las amapolas, el cantueso, las lilas, las esparragueras, y todo ello en un mosaico espontáneo de sutil belleza.
La vía, la vegetación y los ciclistas |
Los ciclistas nos sentimos presa de un gozo especial que nos traslada en volandas sabiendo que no hay meta ni registros competitivos. Cada cartel, cada viaducto, cada señal y cada cruce es una ocasión para parar y contemplar, para saber, para intentar quedarnos con sensaciones que serán difíciles de repetir. Nuestra carga de mochila y bocadillo, con un bidón de agua y la mínima herramienta se hace liviana cuando no acechan otras exigencias.
El Tajo corre con espléndido caudal |
Superamos el embalse de Azután por el impresionante viaducto que lo salva, mientras divisamos el Tajo con un caudal más amplio de lo que cabría esperar y tras el viaducto comienza el ascenso hacia Aldeanueva de Barbarroya que es el primer y último pueblo que encontraremos junto a la vía. Después llegamos al apeadero de Pilas (Km. 25) convertido ahora en granja de perdices y que es la antesala de entrada al reino de la pizarra, la jara y los túneles. Allí decidimos finalizar el recorrido de ida por cuestiones de tiempo y otras obligaciones.
Cruzando el viaducto |
La comida al abrigo de la señal y utilizando los toscos bancos de madera del apeadero nos reconforta como si de grandes manjares se tratase. Jesús comparte sus tomates y ambos nos tomamos el añorado bocadillo que, a la postre, será la única comida más sólida de la excursión. Con Jesús hay complicidad en la conversación, en las acciones y en el ritmo de la jornada. Como era de esperar, saca también a escena un libro de Don Agustín, "Ramo de romances y baladas" para recitar mientras tomamos la frugal colación y así aumenta nuestra sana increencia hacia cuanto nos rodea. Quien se atreve a ser dogmático después de conocer el romance de "Los dos milicianos y la señora" y advertir el perverso influjo del Duque de las Canalladas.
Apeadero de Pilas, parada para comer y regresar |
Iniciamos, pues, el retorno, ahora con el perfil descendente y el viento variable, que unas veces nos lanza y otras nos retiene. Como la vida misma. Pero las cifras no engañan y el satélite nos muestra al final los datos de lo acaecido y cómo aumentaron la velocidad y la cadencia y bajó el tiempo. Nos cruzamos con pocos compañeros de camino, lo que dice bien del día elegido y llegamos a Calera y Chozas a hora adecuada para acompañar un café reconfortante en el bar de la plaza del pueblo. De allí de nuevo a Villamuelas a tomar un refrigerio y charlar un rato en familia con Bea de la experiencia. Regreso final sin ningún contratiempo y a la espera ya de repetir otra salida similar.
Pedaleando entre riscos y floresta |
DISTANCIA: 47 KMS.
TIEMPO DE PEDALEO: 3 H 08' 09''
AUMENTO DE ALTITUD: 295 M.
VELOCIDAD MEDIA: 15 K/H.
VELOCIDAD MÁXIMA: 34,2 K/H.
CALORÍAS CONSUMIDAS: 537
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