Héctor con sus padres antes de la 1ª etapa |
La Volcat es una prueba para bicicletas de montaña equivalente a la Vuelta
a Cataluña en ciclismo de carretera, es decir, se celebra por etapas, tres, y
participan corredores federados de máximo nivel tanto españoles como extranjeros.
Prueba de ello es que el vencedor masculino de esta edición lo ha sido por 4ª
vez, Thiago Ferreira, de nacionalidad portuguesa, seguido por Ben Zwiehoof y
por Jiri Novak y la vencedora femenina ha sido la española Claudia Galicia,
seguida por Katja Montani y por Anna Ramírez.
Salida de los bikers |
Hecha esta introducción para situar a los más profanos, la participación de
Héctor en dicha prueba, como un reto competitivo, nos permitió acompañarle
durante el viaje, servirle de apoyo para facilitarle la necesaria
infraestructura y darle el ánimo y el acompañamiento siempre necesarios cuando
uno se aleja en solitario de su entorno habitual. Que tuviéramos noticia, no
había ningún otro paisano participando en la prueba.
Estas circunstancias nos han permitido a sus padres, además de ver el
espectacular ambiente que rodea a estos acontecimientos, visitar y conocer una región que siempre te depara sorpresas, la mayoría de ellas positivas. La
primera de todas fue el alojamiento, ya desde la tarde del día anterior, en un
Hotel rural de Vilobí del Penedés, llamado Cal Ruget, una finca o masía
restaurada con exquisito gusto en medio de viñedos y olivos y alejada de los
núcleos urbanos a varios kilómetros, o sea, en pleno campo de una comarca, el Alto Penedés, dedicada al cultivo de la vid y a la elaboración de sus frutos en
forma de vinos y cavas.
Cal Ruget |
Después de alojarnos en las cómodas estancias de la masía, por indicación
de Nuria, la responsable de Cal Ruget junto a su pareja Alberto, fuimos a
conocer el entorno más cercano y a degustar algo de su gastronomía. El local Cal
Lluis, fundado en 1886 y situado en la vecina San Martí de Sarroca, con sus
veladores de mármol originales, sillas de madera maciza de taberna clásica y
techo artesonado con vigas de madera, ofrece en su cocina gran variedad de
posibilidades, pero destacan sus “fondues” de quesos suizos con toque de
gorgonçola. Todo ello regado con un vino negro del Penedés, “Les Forques”, de
amable trago. También hubo ocasión para
completar el menú con una tabla de embutidos de la zona y el característico pan
tumaca.
En Cal Lluis con vino del Penedés |
El primer día de carrera nos desplazamos hasta Igualada, situada a unos 25
kms., donde se dio la salida con rigurosa puntualidad a las 10 horas a los casi
1.000 ciclistas o bikers participantes. La espectacularidad de la salida la
marca el alto ritmo que imponen los primeros en salir y el pelotón que sube
bordillos, ocupa aceras y resquicios por los que ganar posiciones de cualquier
modo con el consiguiente peligro para los desprotegidos espectadores. La falta
de conocimiento de la zona no nos permitió un seguimiento a lo largo del
recorrido, que, por lo comentado por Héctor, ha sido espectacular en todas las
etapas, con zonas muy escarpadas, llanos breves, pasadizos de tierra compactada
y aguas embalsadas o de pequeños arroyos, que dificultaron la marcha y
obligaron a los bikers a acumular el indeseado barro en sus máquinas y en su
cuerpo y ropas.
Héctor con los restos de la batalla |
Espectacular tramo de la carrera |
Mientras se desarrollaba la etapa, nosotros fuimos a conocer algo de la
localidad organizadora, Igualada, cuya principal industria en su momento fue el
curtido de la piel. Ahora se conserva un museo sobre la misma que se encontraba
cerrado y no pudimos visitar. También Igualada es productora de globos
aerostáticos. La primera y única en territorio español. Su paisaje urbano es
una mezcla de zonas industriales decadentes junto a avenidas o ramblas amplias, muy bien diseñadas y naves industriales de grandes dimensiones. También goza
de buenas instalaciones deportivas y no hay que olvidar que su equipo de hockey
patines fue varias veces campeón de Europa. Ahora sus jóvenes jugadores lo
hacen sin cobrar, como meros aficionados.
Ayuntamiento de Igualada |
La llegada de los corredores a meta fue escalonada y entre el primero y
Héctor hubo casi tres cuartos de hora de diferencia, lo que da prueba del alto
nivel de los mejores. El control se cerraba a las dos de la tarde y algunos
rozaron esa situación. Para nosotros y tras el necesario lavado y puesta a
punto de bici y ciclista, por recomendación de los anfitriones, nos trasladamos
a otra localidad cercana, Guardiola de Font Rubí donde comimos en Can Pau Xich
que nos ofreció una amplia carta de brasa, pan tomaca, postres caseros y dulces
de temporada que regamos con un buen rosado del Penedés.
Otro de los parajes de la prueba |
Superadas las horas vespertinas y después de un largo paseo por los viñedos
de la zona en plena floración y con las primeras pámpanas dando el verdor
característico, Nuria nos preparó una exquisita cena a base de tortilla de
alcachofas de su huerto, ensalada de ahumados y una tabla de embutidos del Penedés
junto a tres variedades de quesos. La bebida que acompañó al menú fue el cava,
estrella en la región, con el privilegio de gozar de uno de elaboración para
Cal Ruget, llamado Albert Perrin, amigo de los dueños, a los que concede la
exclusividad de su degustación. Mereció la pena porque era un cava brut nature
que rompía los malos hábitos acumulados a lo largo del tiempo sobre el modo
adecuado para tomar esta bebida. Héctor la probó por cortesía pero siguió con
el agua como corresponde a una dieta de buen deportista.
Cal Ruget rodeado de viñedos |
La mañana del sábado comenzó pronto dado que la prueba salía a las 9 horas
y aguardaban casi 80 kms., por lo que era difícil bajar de las cinco horas para
Héctor, que, no obstante consiguió hacerlo en 4 h 37’ a 1 h 25’ del primer
clasificado que fue Thiago Ferreira, a la postre ganador absoluto. Esta diferencia
da idea de la desigualdad de niveles en ciclistas que le dedican bastante
tiempo y preparación a este deporte. De eso se trataba, de ver como en todo hay
diversidad y aprender a situarse en el rango correspondiente aún sabiendo que
siempre se puede mejorar y superarse a sí mismo, que es el mayor aliciente de
cualquier práctica deportiva.
Tras presenciar nuevamente la salida, fuimos en dirección a Capellades para
visitar un museo del que nos había hablado un joven de los que cubren la
seguridad del circuito que hizo las veces de guía turístico con bastante buen
criterio y amabilidad. El museo es un antiguo molino papelero de los que
existían numerosos en la zona y que aprovechaba con bastante acierto el agua de un
estanque y acequias próximas para generar la energía sobre una sofisticada
maquinaria de engranajes sincronizados para transformar las telas viejas en
papel de distintas texturas. El museo explica con claridad y rigor
todo el proceso, además de mostrar las distintas herramientas y máquinas que se
conservan como originariamente desde entonces. Una joven empleada nos dio todo tipo
de explicaciones y nos acompañó en la primera parte de la visita. Otra muestra
más de la buena acogida y amabilidad de los habitantes de esta región.
Trapos convertidos en papel |
Vista de la zona de secado del papel |
Para terminar la mañana nos dirigimos hasta Vilafranca del Penedés, capital
de la comarca de dicho nombre, para visitar su zona céntrica en la que se halla
la espectacular basílica de Santa María y el Museo del Vino. Luego nos
adentramos en la Rambla de Jaime I y alrededores en donde los sábados tienen
lugar los mercadillos callejeros de todo tipo de productos comestibles y ropas
fundamentalmente, agrupados por pequeñas zonas o plazas contiguas. Más adelante
compramos vino y cavas en una vinatería, como no podría ser menos en el punto
donde nos encontrábamos.
Ante el Museo del Vino en Vilafranca |
La curiosidad nos llevó a contemplar una escena pintoresca. Una gitana
rubia vendía puntillas y otras mercerías a un grupo de mujeres magrebíes
ataviadas con sus pañuelos en la cabeza, al tiempo que una bandera estelada
ondeaba en una de las ventanas del edificio que les daba sombra. Esta mezcla de
la más pura diversidad contrasta con los deseos nacionalistas que se tratan de
imponer desde ciertas clases dirigentes y que, en estampas como estas, ponen en
evidencia lo anacrónico de ese discurso en un mundo cada vez más interconectado
y donde el mestizaje inevitable es un signo de los tiempos, pese a quienes
siguen mirándose el ombligo obsesivamente. Todo un contraste con la amabilidad
y buen trato recibido de las personas con las que nos hemos encontrado a lo
largo de nuestro breve pero satisfactorio periplo por tierras catalanas.
Gitanos e inmigrantes bajo la estelada |
Regresamos a la hora previsible y nos equivocamos porque Héctor había
finalizado antes su recorrido y aguardaba en la zona de meta nuestra llegada.
No pareció muy cansado pese a los casi 80 kms. del recorrido. De nuevo había
que lavar la bici a fondo y regresar a
Cal Ruget donde Nuria nos había preparado un menú aguardando el tiempo
necesario después de la prueba. Boquerones en vinagre, calçots en tempura y piquillos
rellenos de de espinacas y butifarra negra además de los segundos fue el
contundente contenido de la degustación que nuevamente regamos con el cava
Albert Perrin, que tanto nos gustó el día anterior.
Paseo por Sitges |
Tras una siesta a lo grande, partimos en dirección a Sitges para completar
el recorrido turístico paralelo al ciclista. Esta localidad nos sorprendió no
solamente por la animación callejera, hasta límites impensables para esta época
del año, sino también por la belleza de sus playas, paseo marítimo y los
barrios y edificios próximos a la iglesia cuyas escalinatas descienden al mismo
borde del mar. El Rincón de la Calma es un edificio singular que recuerda la
arquitectura colonial y le da un encanto especial al entorno. La abundancia de
comercios, el talante abierto y tolerante de sus habitantes unido a la fama del
Festival Cinematográfico Internacional hacen de ella un destino recomendable,
aunque no garantizamos conseguir plaza en épocas de saturación turística.
Regresamos para dar cuenta de la última recomendación gastronómica de
Nuria, la pizzería con horno de leña “La Vendetta” en San Martí Sarroca, en la
que probamos varias pizzas también acompañadas por un cava, esta vez más
industrial. Mereció la pena en honor de Héctor que es un amante de este manjar
italiano y repone de hidratos sus necesidades energéticas. Al regresar a Cal
Ruget lloviznaba ligeramente.
Por último, el domingo 16 repetimos
el madrugón para dar paso a la tercera y última etapa de la vuelta que era la
más corta en kms. pero que resultó la más dura en su trazado. Partió a las 9 de
la mañana y el líder Thiago Ferreira la culminó en 1 h 54’, mientras que Héctor
llegó a 1 h 3’ del mismo, haciéndolo en 2 h 58’, lo que confirma la diferencia
de nivel ya descrita. Los gritos de alivio según entraban corredores a la meta,
saludos, caballitos y abrazos eran indicadores de que conseguir superarla es ya
un reto y si lo haces dentro del tercio primero del total de participantes,
como es el caso de Héctor, pues miel sobre hojuelas. Su único premio material
ha sido la camiseta roja de finisher
o finalizador que la organización entrega a quienes acaban la prueba. Al final
lo que importa es la experiencia vivida y el espíritu de superación demostrado
en una competición muy exigente y de una organización ejemplar en todos los
aspectos. Tomamos notas para colaborar a que la Titán manchega alcance cotas
similares con la colaboración de todos.
Llegada a la meta |
Nuevamente hubo que lavar bici y ciclista, por lo que la hora de regreso se
retrasó hasta las 13:30 en que emprendíamos la marcha hacia Valencia por la AP
-7 para enlazar con la A -3 y desde allí hasta nuestras tierras manchegas por
las autovías autonómicas, con fluidez de tráfico en todo el recorrido, pese a
las alarmas de retenciones con motivo del retorno masivo de Semana Santa. La
aventura había finalizado con éxito y con buenos sabores de boca.
Reponiendo fuerzas |
En la carpa de la organización |
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