Ricardo Carreño y Pepe Rubio con la bici de 1903 |
Con motivo del 80º Aniversario de la celebración de la 1ª Vuelta Ciclista a Alcázar, que no podemos olvidar que supera en antigüedad inicial a la mismísima Vuelta a España, un grupo de aficionados encabezados por Pepe Pinar y pertenecientes al Club Triatlón Alcazar, han organizado el I Encuentro de Bicicletas Clásicas bajo el nombre de "Cuadros de Hierro" en lógica alusión al metal componente de las bicicletas de los primeros tiempos ciclistas.
No faltaron bicicletas ni ciclistas exóticos |
La llamada ha tenido un eco aceptable dada la fecha de la convocatoria, a las diez de la mañana del sábado previo al día feriado de la Patrona, cuando gran parte de la población trasnocha para participar en las gachas populares, como tuvimos ocasión de comprobar, y madrugar supone un esfuerzo añadido pese a la seducción de la convocatoria.
Algunos de los participantes y organizadores |
Más de cuarenta bicicletas de componente clásico y variedad de formas y estilos se dieron cita en la Plaza de España y allí pudimos ver desde la más antigua, una bici de competición de 1903 aportada por Ricardo Carreño, una autoridad en el mundo del coleccionismo ciclista y restaurador infatigable de modelos que le han llevado a poseer una colección inigualable, quien a la postre recibió el trofeo a la bicicleta más antigua, además de todo un conjunto de ciclos de ciudad de los años sesenta y setenta representativas de los tres modelos básicos que existían: de carrera, de caballero y de señora. Cada una con sus respectivos componentes básicos y montadas por ciclistas más o menos ataviados con ropa de época.
Especialmente Rodolfo Rubio, quien adoptó la pose del tradicional campesino manchego que utilizó la bici como vehículo para el traslado a sus labores del campo y, azadón en ristre y blusa con pañuelo de hierbas, fue todo un icono de esa etapa. Al final resultó ganador del premio al mejor ciclista vestido para la ocasión.
Rodolfo Rubio ataviado como campesino manchego |
También un grupo de chicas hicieron exhición de las populares bicicletas sin barra, con frrenos de varilla y red desde el guardabarros trasero para evitar que la falda entrase en los radios y provocase un enredo de imprevisibles consecuencias. No faltaron tampoco los biciclos asimétricos, los tandem y el carrito de reparto de la panadería de Los Artersanos, que luce ahora por las calles alcazareñas.
En suma, una fiesta de exaltación ciclista, sencilla y acorde con lo que las ferias han sido originalmente y no deberían dejar de ser, una muestra de la cultura popular en las distintas facetas de la existencia. Lástima que aún los recintos feriales estén sometidos a la dictadura de los decibelios de unas atracciones repetitivas y absurdas que los pacientes ciudadanos sufren como un mal inevitable que es imposible de superar y que sólo beneficia a las arcas municipales temporalmente, a la vez que pone en evidencia las alienantes conductas que desarrollamos los humanos de forma mimética. Ojalá contemplemos el declive de este modelo algún día no lejano.
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