domingo, 14 de noviembre de 2010

ALDEAQUEMADA Y EL COLLADO DE LOS JARDINES



Preciosa jornada ciclista la organizada por el International Cycling Club este domingo 14 de noviembre por tierras fronterizas entre Ciudad Real y Jaén. En una jornada iniciada desde Valdepeñas, con cuatro ciclistas y tres damas acompañantes, que alternaron con una marcha senderista hasta el paraje de la Cimbarra, los miembros del Club, bajo la amenzaza incesante de una lluvia que no llegó a hacerse realidad hasta la conclusión del evento, coronaron doblemente el precioso puerto del Collado de los Jardines, que se configura como un mirador privilegiado sobre el imponente paisaje de Despeñaperros.

El clima otoñal, la humedad del ambiente y los tonos ocres y marrones propios de la estación, contribuyeron a realzar una jornada muy bien organizada por Malaño desde Valdepeñas, que cuidó todos los detalles minuciosamente. El paso por Castellar de Santiago, como lugar de comienzo de la etapa ciclista, confirmó las expectativas de una ruta memorable para quienes la realizamos por primera vez. En el paso de ida por Aldeaquemada y su trazado lineal, quedamos emplazados para lo que sería un suculento almuerzo al final de la salida. Giuliano se encargó del reportaje gráfico con una dedicación elogiable por su tenacidad y eficacia con el solo uso del móvil. Además de mostrar en todos los avituallamientos su vocación por el picante como revulsivo para su vigoroso pedaleo.

Bernard y Fontaine se dedicaron a cumplir con el guión, haciendo equipo a la hora de afrontar las partes del recorrido de mayor exigencia. Ciertamente, todo el tramo hasta llegar a la autovia de Andalucía, en el puente sobre el río Despeñaperros, es un encanto de paisaje y un trazado para el disfrute ciclista, incluyendo el necesario reto de escalar sus lógicas rampas y pendientes. Además, nos sorprendió la cantidad de buscadores de setas y níscalos que se encontraban faenando entre los robles y demás flora serrana.

La comida en la Piscina de Aldeaquemada, al calor de la lumbre de leña, en la más agradable paz por ausencia de otros comensales y atendidos por una joven y amable diplomada, que nos ofreció viandas clásicas de sabores casi olvidados: judías y garbanzos en puchero de leña con tropezones de cerdo, croquetas caseras, cordero a la plancha o huevos a la porreta dejarán una huella perurable en la mente y en el estómago. Y al final, tertulia breve pero sabrosa al siempre agradecido calor de lo leños consumiéndose lentamente.

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