domingo, 7 de marzo de 2010
PUERTA 14: ARREBATO ÉPICO
Pues sí, esa es la expresión que mejor resume lo que presenciamos en directo anoche en el Santiago Bernabéu, un arrebato épico y pasional en el que se dieron cita todas las emociones, desde las negativas por los tantos sevillistas, hasta la euforia desatada del final tras el tercer tanto madridista, por el que se ganaba el partido y se le arrebataba el liderato al Barcelona.
La noche, invernal y cruda, pintaba mal para el espectador, que tendría que sufrir los rigores de este inacabable invierno. Junto a los primos José Luis y Jesús, mi hijo Héctor y yo, aceptamos la invitación y ausencia de Pedro (¡que partido te perdiste, primo!) que inmoló su presencia para que otros pudiéramos disfrutarlo.
Pertechados de abrigos e impermeables y con los bocatas de la "Rosita" como munición para el descanso, nos dirigimos por la zona donde se concentran los ultrasur y presenciamos una de las primeras muestras del incivismo que los inspira. Un espectacular estruendo de gol nos alarmó. Era el 2º gol del Almería al Barça, que celebraron con bengalas y cánticos contra el gran rival a los gritos de ¡Puta Barça! inundando de vocerío la zona. Estos mismos energúmenos no permitieron que se guardara el minuto de silencio por las víctimas del terremoto de Chile que se inició a instancias del árbitro y que quedó anulado por sus gritos insultantes a los pocos segundos. Es lamentable, pero como en todas las familias siempre hay ovejas tintadas.
Atravesamos a continuación y nuevamente la puerta 14 del Estadio para presenciar un partido que se las prometía apasionante. Y así fue. El Sevilla, desde el inicio, jugó muy ordenado, al igual que el Madrid, ambos mostraron mucho respeto inicial y encima los andaluces consiguieron un gol que se marcó Alonso en propia meta en una desafortunada acción.
Le costó al Madrid superar esa especie de letargo con que arranca en deteerminados partidos y fue a partir del minuto 30 cuando las acciones empezaron a tener visos de empuje y peligro. Especialmente Cristiano Ronaldo, al que ayer pude contemplar en toda su amplitud de movimientos, arrastres de defensas, movilidad y velocidad asombrosa en sus encares a portería. Un fenómeno, sin duda. Marca la diferencia y, aunque esto no sea nunca cuantificable en euros, sin duda que en juego y en potencial futbolístico supera al resto de manera notoria.
La sorpresa llegó en la segunda parte cuando a los pocos minutos un nuevo despiste y desentendimiento entre Alonso y Casillas, puso el marcador con 0 - 2 favorable a los sevillistas. La cosa se ponía fea y había que esperar o la remontada épica o la debacle inmerecida. Sucedió lo primero. La salida de Guti y Van der Var fue una apuesta valiente y decidida de Pellegrini de ir a ganar el partido. Las acometidas hacia la puerta contraria no dejaron de sucederse hasta el último minuto de la prórroga cuando, el referido holandés, empujó a la red un rechace extremo del meta Palop que, no obstante, impidió la goleada blanca.
Lo resumió muy bien un comentarista de la Cadena Ser cuando dijo que el Real Madrid había tirado 19 veces entre los tres palos, de los cuales finalmente tres fueron goles, otros tres se estrellaron en la madera y el resto los detuvo el portero sevillista. El Sevilla, en cambio tiró una sola vez a puerta y consiguió dos goles. Sorprendente pero cierto.
El final fue el de las grandes noches. Por nuestra parte, los cuatro primos fundidos en una piña espontánea de abrazos dando rienda suelta a toda la tensión acumulada. El resto de la afición aplaudiendo al equipo como hacía tiempo que yo no había presenciado y lo que es aún más significativo, nadie se movía de sus asientos a pesar de lo difícil que se hace después llegar hasta los medios de transporte y más en una noche con lluvia y frío. En el Bernabéu había subido la temperatura varios grados con el calor de su hinchada. ¡Que se repita!
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