Inicié mi fin de semana deportivo asistiendo en Quintanar de la Orden al X Torneo Internacional de Navidad de Karate, en el que bajo el equipo de Castilla-La Mancha, participaba Ignacio Iniesta, nuestra figura familiar en ciernes, que continúa su buena progresión, dentro de lo que podríamos considerar una normalidad positiva. Ganó, empató y perdió sus particulares duelos ante curtidos rivales, pero se sumó al triunfo colectivo y logró proclamarse, una vez más, campeón de la competición en su categoría. El espectáculo es curioso y digno de conocerse por el ambiente que se genera y, que invade, en toda su extensión, las dimensiones de la pista del pabellón polideportivo, que en este caso era el "Fred Galiana" de la mencionada y vecina localidad manchega. Cuatro tatamis simultáneos, con sus respectivas mesas de anotación y cronometraje, más el conjunto de jueces que fiscalizan cada gesto para puntuar las acciones que llevan al triunfo o a la derrota. Con el tiempo justo para acomodarme ente el televisor, presencié el partido del Real Madrid ante el Valencia, con la final satisfacción de ver un triunfo que, aunque no brillante, era necesario. Hay partidos que se deben ganar incluso renunciando a la vistosidad. Este era uno de ellos. El Madrid no se podía permitir una nueva derrota en su feudo, ante un rival de entidad y después de tres derrotas consecutivas anteriores. El comienzo fue fulgurante, con dominio territorial y llegadas muy incisivas, como la que provocó el gol de Higuaín, después de una espectacular internada de Robben, de las que levantan al público de su asiento y que confirman que es el jugador más en forma y desequilibrante que tiene en la actualidad el equipo blanco. Luego, más de lo mismo. El equipo se puso nervioso ante el creciente empuje valencianista y quedó de manifiesto la falta de liderazgo organizativo, la inseguridad defensiva - esta vez salvada una vez más por el recuperado Casillas - y la mediocre artillería, que no logra definir las buenas ocasiones que tuvieron al contraataque, en balones francos para el gol, como los que dispuso Higuaín en dos o tres ocasiones y Guti en otra clarísima. Resulta asombroso que jugadores, de esta supuesta calidad, puedan errar en situaciones que cualquier aficionado querría para sí en un partido de esas características. Una de Higuaín a bocajarro merecía darle un buen tirón de orejas. Pero, en conjunto, se evidenció una cierta positividad en la actitud y concentración de los jugadores, que Shuster había desinflado hasta mínimos en una dejación de funciones insostenible. Espero que Juande Ramos, este pedroteño, crecido en el futbol levantino y con amplia experiencia y trayectoria, aporte sensatez y continuidad, exigencia y sacrificio, porque la calidad y el buen juego, en un plantilla como la madridista, que además se está reforzando para cubrir los huecos de las lesiones, deben aflorar de manera natural. A la mañana siguiente, una nueva salida cicloturista con mi grupo, nos permitió disfrutar del buen tiempo climatológico, pues a pesar de las frías temperaturas iniciales, el sol se fue imponiendo para permitirnos un paseo, por el camino hasta Villafranca y sus lagunas, muy agradable. Los humedales recuperados de agua, plenos de aves y los caminos en su mejor estado para el pedaleo. Las lagunas eran un espejo natural que reflejaba la calma atmosférica y sólo las ligeras ondulaciones de los grupos de patos alteraban la quietud del agua. Regresé en solitario para presenciar el partido de futbol sala en el Pabellón del Parque, en el que mi hijo Héctor participaba con su equipo. Esta vez recibieron un buen correctivo por parte de los rivales que, sin hacer nada especial, matuvieron una defensa ordenada y férrea, que les permitió sorprender al contraataque con rapidez y eficacia. El 5 - 1 final quizá no refleje la diferencia real sobre el campo, pero el fútbol tiene esa lógica que, a veces, resulta demoledora. Y en esa misma tarde, a pesar del frío y de lo completa de mi agenda en acontecimientos deportivos, me acerqué al polideportivo municipal para asistir al clásico comarcal entre el Gimnástico de Alcázar y El Tomelloso C.F., pues estos partidos son de los que siempre me motivan. En general no hubo nada nuevo. Ambos equipos mostraron lo que esta categoría suele deparar: poco fútbol elaborado, escaso manejo de balón y mucha presión y fuerza en los marcajes. De modo que la llegada de los goles se hace de esperar y suele ocasionarse a balón parado o tras un despiste. En este caso, en el minuto siete de la segunda parte, los locales aprovecharon una falta para enviar a la red, de un buen cabezazo por parte del delantero en punta del Gimnástico, el primer tanto. Yo pensaba que no se movería el marcador, pero me equivoqué. El Tomelloso marcó a los pocos minutos en un descuido de la defensa alcazareña que se vió sorprendida con un buen disparo de los tomelloseros. Ahora sí que era difícil pensar de nuevo en remontar. Pero, afortunadamente, me volví a equivocar. Y además, me alegré especialmente de mi nuevo vaticinio, comentado en la grada con mi amigo José Manuel Minguez y otros dos futboleros de su grupo, mientras tapizaban de cáscaras de pipas la zona de la grada que ocupábamos en el fondo del campo, porque el segundo gol del Gimnástico vino precedido de una extraordinaria jugada, de lo mejorcito que se ha visto en lo que va de temporada, que arrancó de un pase en profundidad de Javivi, con gran visión y temple, a la carrera de Jaime Beamud quien se internó ganando al defensa en velocidad y centrando con calidad y peligro hacia la portería tomellosera, dando lugar a que el rechace defensivo fuera rematado de cabeza por Isaac para conseguir el definitivo y victorioso 2 a 1 para los alcazareños. Salté de alegría como hacía muchos años que no lo había hecho por estos colores. ¡Qué cosas, a mi edad! |
miércoles, 24 de diciembre de 2008
NORMALIDAD POSITIVA
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