jueves, 3 de julio de 2008
Aragonés, un gafe rehabilitado
Por fin, la Selección absoluta de fútbol ha vuelto a escribir una página notoria en su dilatadísima trayectoria competitiva. Y lo ha hecho dirigido por Luis Aragonés, un madrileño de Hortaleza gafado para triunfar en Europa desde los años setenta frente al Bayern. Además lo ha conseguido de forma brillante, practicando un fútbol de técnica frente al imperio de los jugadores potentes y musculosos que se llevan hoy en todo el continente. Pero no hay que engañarse. Como el propio Luis reconoció, en el fútbol un penalty fallado contra Italia o no parado por Casillas nos podría haber devuelto a las pesadillas históricas de la frustración. No hay pues que envalentonarse en exceso.
Por otro lado, el propio Luis, cercano a la setentena, ha estado a punto de sucumbir a las presiones mediáticas y populares y tuvo que continuar tras presentar su dimisión después del fracaso del pasado mundial. Lo cierto es que es un personaje de lo más peculiar: tosco en el trato, maleducado en ocasiones, se rasca mientras es entrevistado sin ningún pudor y exhibe sus rasgos de primate cuando las cámaras lo convierten en foco de su objetivo.
Lo que ha resultado notorio ha sido el efecto multiplicador de la gesta, gracias a la inflacción publicitaria mediática de la cadena Cuatro, que ha encontrado así su filón más preciado. Las masas enfervorizadas y exacerbadas por los comentaristas han logrado una vez más que el mejor de los juegos contribuya a mostrar lo peor de nosotros mismos, como señalaba acertadamente Javier Rioyo. Esperemos que vuelva la serenidad y que cuando las aguas vuelvan a su cauce seamos más razonables, amables y menos tensos.
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