sábado, 11 de marzo de 2017

LOS BIKERS YAYOS EN EL LOBILLO Y ALHAMBRA

Los Bikers Yayos camino de El Lobillo

Con una formalidad puntual y rigurosa en la cita, impropia de su condición de jubilados que ya no tienen que fichar en ningún control ni demostrar su profesionalidad en el día a día, se reunieron en el punto de encuentro habitual o Check point para los que sigan la crónica desde Spain, seis de los llamados Bikers Yayos, curioso grupo ciclista multivarietal en el que conviven distintas sensibilidades, para emprender una salida hacia el monte manchego en una apacible mañana de verano anticipado.

Adentrándose en el monte bajo


Justo con su coche recogió a Juan y a José Manuel, Josemi con el suyo se hizo cargo de Agapito y Berna. Todos juntos hicieron una primera parada en el Parador Peñarroya, lo que en la antigua España era una taberna al borde de la carretera. En esta ocasión no había clientes fumando, como suele se habitual, por lo que tomamos un café para despejar mentes y activar cuerpos.

Llegados a la encrucijada próxima a la presa del pantano, allá donde la ruta se torna ondulada y serpenteante, los bikers procedieron a desmontar sus cabalgaduras, atusar sus indumentarias y algunos hasta lucir piernas al aire después del largo tiempo de frío envainadas en esas licras oscuras y protectoras que tanto les preservan pero que impiden que sus admiradoras contemplen esas carnes prietas y musculadas. Bien es cierto que las admiradoras no aparecieron ni se las esperaba.

Encinas, sol y verde 


Josemi, dotado de su GPS y conectado a Endomondo, ambos dispositivos heredados de su abuelo El Trillero, sobre el manillar de su bici, iba marcando el itinerario hacia el punto intermedio situado en el pueblo de Alhambra. El resto del grupo lo seguía entre la satisfacción del buen clima, la belleza de un paisaje en plena floración primaveral y los pequeños obstáculos del abrupto terreno, que tanto molesta a quienes tienen más vocación de carretera lisa y llana que de probar la intrepidez adrenalínica consustancial a los bikers de nueva generación.

Con Alhambra en el horizonte se incrementó el ritmo y el grupo alcanzó el objetivo sin apenas despeinarse. La subida a la pequeña población se las trae y por eso, prevenidos de anteriores ocasiones acometieron el trayecto más prolongado y tendido hasta el centro. Justo quiso conocer en propia carne la dureza de las rampas mencionadas y bien que lo supo. Una y no más, Santo Tomás. Por vergüenza ciclista no puso pie a tierra pese a poner todos sus desarrollos posibles. Lección aprendida para la siguiente ocasión.

Templete con restos romanos


En la Plaza de Alhambra se encuentra un pequeño templete romano con restos arqueológicos formados por los togados de mármol blanco y túnica manicata bajo la toca, dispuesta según los cánones de la estatuaria imperial. Por sus rasgos pueden fecharse en el Siglo I d.C. Hay también unas inscripciones que probablemente sean la respuesta de los Prefectos de los ejércitos romanos que fueron alojados en esta población. Alhambra sería escogida para alojar a algunas legiones romanas, cuyos generales, en agradecimiento y conmemoración, ordenaron grabar esas incripciones. (Tomado del panel explicativo a pie de los restos).

El Museo


Pues bien, nuestra legión de Bikers, después de servirse de ese escenario para la foto conmemorativa, descendió al verdadero templete en uso en la actualidad, El Museo, Churrería Pizzería, con la Virgen acompañando al resto de símbolos en un frontis de entrada del que hacemos votos para que no quede en la posteridad y nos hagan corresponsables de haber consentido estas muestras de arte infame al lado de los romanos.

Justo sosteniendo la civilización romana


Reemprendimos el regreso bajando la misma rampa que subió Justo, pero ahora en una espectacular tumba abierta que dura escasos segundos. Es la doble cara del ciclismo en ejemplo puro. Desde allí a El Lobillo más de lo ya relatado en cuanto a paisaje, aún más calor y zonas cada vez más técnicas en el recorrido, que se hace senda mínima entre encinas en algunos momentos y se dilata y mejora en otros.

Los viernes al sol


El Lobillo es una pequeña concentración de casas rurales, unas en vigente uso y otras desvencijadas y en abandono progresivo que denotan la constante transición que se opera en el mundo rural y agrícola de nuestra tierra. Pero como toda concentración urbana tiene su plaza, con sus bancos al sol y sus árboles ornamentando el entorno, cuando los jubilados ven el binomio banco al sol y descanso, se vuelen locos y tratan de aprovecharlo, sea en Alexander Platz, en la Puerta del Sol madrileña o en El Jardinillo de Alcázar. Así que hubo que darles un toque de atención para que salieran del letargo momentáneo y volvieran al trabajo del pedaleo.



Finalmente y tras tomar el cruce del camino que vuelve de Ruidera en el paraje de Despeñaperros, llegaron hasta las cercanías de la presa y de vuelta a los vehículos que permanecían donde habían quedado. Para rematar la inolvidable jornada, una parada previa en el Mesón Los Arcos de la calle Moraleja para dar cuenta de un consistente aperitivo que frenase esa pérdida galopante de calorías que se había producido durante la salida. Lo consiguieron y además hablando de fútbol junto a otra mesa de paisanos seguidores del Barça y del compañero Ángel que comentaba no sé qué cosas de un robo reciente por Cataluña… Ahí terminó todo.

Josemi
Berna






José Manuel



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