JORNADA RADIANTE HASTA EL QUINTO PINO
Como en un paréntesis meteorológico entre dos aguas, algunas parejas del ICC participamos en una jornada senderista por la Sierra de Alcaraz que puso de manifiesto esta otra interesante afición entre los componentes del Club y el buen conocimiento que algunos de ellos tienen de este entorno natural así como de su flora y fauna.
Todo se inició en la prevista coincidencia de rutas fijada en Villahermosa, donde aguardaban ya Pepe Malaño y Mª Paz a bordo de su vehículo, mientras que desde Tomelloso llegábamos los otros cuatro expedicionarios. El siguiente objetivo era un ligero desayuno en la ya popular localidad de Bienservida, al inicio de la entrada en la sierra, donde se produjo el primer incidente de la jornada cuando nos topamos con una pareja de la Guardia Civil en la mesa contigua y la camarera me advirtió que me pusiera mascarilla, que no bastaba con la braga ciclista para cubrir mi rostro reglamentariamente. No hubo más conroversia y rápidamente tiré de prenda, para más inri premonitorio, cargada de simbolismo madridista.
Renovados de energía con café y tostadas, reemprendimos la marcha camino del Puerto de El Bellotar y, a unos ocho kilómetros, nos desviamos a la izquierda por un camino que conduce en sus primeras rampas a dode se encuentra un depósito de agua que hizo las veces de aparcamiento de referencia para la caminata.
El sendero era prácticamente una pista forestal con buen piso, zahorra suelta, pero libre de polvo tras las lluvias de los últimos días además de la estimulante presencia de troncos de leña de pino y piñas secas ideales para el encendido de chimeneas en este próximo invierno que se avecina. La marcha se hizo amena y, salvo Pepy, la menos entrenada para la ocasión, el resto no tuvimos especial dificultad en el ascenso y ella lo suplió con enorme voluntad y buena actitud para estar a la altura.
Al cabo de una hora y cuarto aproximadamente llegamos a la zona más alta donde se encuentran una serie de dolinas, es decir, un tipo especial de depresión geológica característico de los relieves kársticos. En español se la conoce como «torca». Desde esa plataforma natural se divisan las cimas más cercanas y pudimos contemplar a otros excursionistas y ciclistas que deambulaban por el entorno.
Una vez atisbado el primero de los picos a subir, conocido como El Padrón, elegimos la pendiente considerada menos agreste aunque no exenta de dificultad especialmente por el suelo pedregoso, la vegetación plagada de pinchos que pueden dar lugar a confusión y con el único referente de algunos pinos germinales y desmochados a consecuencia de la caída de rayos en las frecuentes tormentas.
Eran ya las dos de la tarde cuando elegimos el abrigo de una de esas dolinas para acomodarnos entre sus rocas y dar buena cuenta de los bocadillos como menú obligado, manteniendo la distancia de seguridad cual restaurante de lujo y pisando un suelo alfombrado por las cagarrutas de las cabras montesas que elijen ese lugar para desahogar sus intestinos.
Todo según lo previsto pero sin vino. Mi celo en evitar el peso en la mochila me llevó a prescindir de un elemento que nunca suele faltar en mi dieta y que los demás echaron de menos cuando les comuniqué la mala nueva. Pese a ello, conté con una mezcla refrescante de vino blanco y gaseosa embotellado en plástico que suplió a duras penas al deseable mosto fermentado.
Continuamos después la aventura emprendiendo el descenso hasta el primer valle para subir a continuación al pico de La Sarga, en donde se sitúa una antena y una señal geodésica a los que no tardamos en subir no sin antes observar a Pepe y Mª Paz recoger varios ejemplares de hongos con bastante facilidad y dando muestras de su pericia y afición por esa actividad.
No habíamos permanecido mucho rato en esta segunda cumbre cuando el propio Pepe advirtió que se había olvidado de sus gafas ciclistas fotocromáticas en el lugar referido de la comida. Esto le obligaba a descender y volver a subir y luego bajar el terreno anteriormente recorrido. Un olvido que puso a prueba su espíritu de sacrificio, su buena forma física y el aprecio a sus objetos personales.
Descendió raudo y, cuando el resto iniciamos la bajada, vimos un punto negro en la ladera cercana a la línea de pinos que no dejaba de ascender. Cuando llegó al quinto pino comprendimos que ya había hecho lo más difícil y en un tiempo record, por lo que lo esperamos de nuevo en el valle donde el descenso se hace ya por el camino. Allí se encuentra también el pino germinal de dos troncos y una base común, donde Pepe y Mª Paz nos desvelaron que quieren pasar la eternidad. Ellos verán.
A partir de ese momento y con Pepe ya en el grupo, iniciamos el descenso definitivo hasta los coches, que se fue haciendo cada vez más pesado, doloroso por momentos en los músculos menos ejercitados y a la fatiga que iba en aumento. Repusimos agua en una de las fuentes naturales del camino y llegamos casi anocheciendo al punto de partida felices y cansados.
Para celebrarlo decidimos hacer una parada en Villahermosa, población en la que separamos nuestras rutas para el regreso y donde se encuentra la monumental Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción, declarada bien de interés cultural con la categoría de Monumento.
Su estilo es Gótico, Florido o Flamígero del tercer periodo (mediados del siglo XV e inicios del siglo XVI), entremezclado con elementos renacentistas y barrocos. Ofrece un imponente aspecto tanto en su exterior, que da a la Plaza principal, como en su espléndido interior que alberga un coro, un órgano y la imagen de la Virgen de la Carrasca, que según un dicho popular "se caga en todas las demás vírgenes".
Sentados momentáneamente en la terraza del Bar La Herradura, que hace frente a la fachada principal de la Iglesia,tomamos unas cervezas mientras nos recuperábamos de la caminata y comentábamos los momentos más relevantes de la misma hasta que decidimos emprender el regreso a nuestras casas. Algunos, con la ilusión de ver a su equipo favorito de fútbol rematar esta radiante jornada. No pudo ser y no solo no ganó sino que se llevó la mayor paliza en lo que va de temporada. Casi tan grande como la que nos dimos en esta espectacular pero reconfortante salida senderista.
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lunes, 9 de noviembre de 2020
jueves, 14 de noviembre de 2019
SENDERISMO POR LA CALDERINA
Yo no sé cómo soy...
y no sé lo que quiero
y no sé a dónde voy
cambiando, inquieto, siempre de sendero...
LEÓN FELIPE
Acompañado por dos históricos amigos y anteriores colegas de profesión docente, José María y Jesús María, la mañana del pasado miércoles 13 de noviembre nos trasladamos hasta las cercanías de Fuente El Fresno, desde donde parte el camino que conduce hasta la cumbre más alta de los Montes de Toledo en nuestra zona, el llamado Pico de La Calderina.
Disipada la amenaza inicial de lluvia, que hizo acto de presencia en los momentos previos a la partida desde Alcázar, y tras recorrer la distancia que nos separaba del punto de inicio, llegamos al cruce de la N-401 con la CM-4167 siguiendo el esquema que nos había facilitado un experto conocedor de la zona, Pepe Pinar, por sus vinculaciones al paso de la Titán de la Mancha por esos lares.
Tuvimos que rectificar en sentido contrario, dado que la distancia entre el punto del referido cruce y el inicio del camino no era la supuesta previamente sino varios hectómetros más alejada. A partir de su localización y siguiendo fielmente el croquis indicado, conseguimos encaminarnos primero por una pista forestal cenicienta para girar posteriormente por otra más descarnada pero igualmente apta para el paso de vehículos normales.
En el círculo señalado dejamos el vehículo e iniciamos el recorrido a pie, ayudados por múltiples dispositivos tecnológicos que nos ayudan a orientarnos, a conocer las distancias, los ritmos y, en definitiva, a entretenernos mientras caminamos. La subida es constante desde el arranque referido pero con rampas muy tendidas y asequibles para cualquier persona mínimamente acostumbrada a caminar. Otra cosa será hacerla en bicicleta como es mi siguiente propósito.
Envueltos en el confortable aislamiento que proporciona la ladera de la sierra y los setos naturales que forman los pinares y otras especies arbóreas, no notamos el fuerte viento que habían pronosticado y que descubrimos una vez llegados a la despoblada cima en donde finaliza la vegetación alta, abunda la piedra y se concentran las antenas y otros ingenios de la moderna comunicación.
Mientras tanto y durante el camino, además de la amena charla de los más diversos temas, con las siempre sagaces ironías de Jesús María, un maestro de la apostilla oportuna, y de las referencias gastronómicas de José María, divulgador de lugares y platos allá por donde va, el caminar se nos hizo más sugestivo con la presencia de una culebra de agua, de unos 50 cms. de longitud que atravesaba la zona y a la que pudimos retener, explorar y fotografiar gracias a los bastones que nos permitieron alejarla de un contacto directo.
¡Poderosos dominadores de la naturaleza salvaje! en palabras de Jesús María, nada más conocer la instantánea que reflejaba la desigual y cruenta batalla de los intrépidos senderistas frente al ofidio, que terminó sin bajas en ninguno de los dos bandos.
Culminamos el recorrido con la llegada hasta las antenas, cumplidos los 4,2 kms. anunciados, desde donde se divisa una espectacular panorámica que puede contemplarse haciendo un giro de 360º con todo el horizonte a la vista, aunque sorteando las torretas de las antenas y mejor cuando las condiciones climatológicas lo faciliten.
El retorno fue coser y cantar estimulados no solo por la facilidad del trazado descendente, sino porque nos esperaba una parada cercana en el mesón Los Moraleda, a escasa distancia del arranque y lugar no muy frecuentado pero que proporciona una colección de productos de la tierra, amén de la barra de bar para saciar las urgencias, que resuelve las necesidades gastroturísticas del momento.
No hubo para más. Regreso al punto de partida con el compromiso de realizar una nueva salida, seguramente hacia la Pedriza herenciana y la satisfacción de haber pasado una mañana bajo la sugerente, imponente y gratuita presencia de la naturaleza.
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sábado, 21 de enero de 2012
SENDERISMO EN LA PEDRIZA
Aunque no suele ser mi actividad deportiva habitual, el recurso al senderismo es siempre un motivo de satisfacción si, como ha ocurrido en la mañana de hoy, sirve para apadrinar y descubrir una ruta desconocida para mis acompañantes.
Y no es que la mencionada ruta sea insólita o lejana, todo lo contrario, se trata de un reencuentro con el paraje herenciano llamado La Pedriza o más coloquialmente, Los Pozos del Agua, en alusión a esa simbólica copa de hormigón y balaustrada neoclásica y circular a modo de templete, que preside un marco campestre continuamente modificado en torno a las ermitas de San Isidro y la Virgen de La Cabeza, siendo esta última de reciente construcción. El lugar se encuentra a unos quince kilómetros de Alcázar y a cinco del centro urbano de Herencia al que se puede acceder desde dos diferentes recorridos, en ambos casos asfaltados.
Mis acompañantes, Juanjo Delgado y Manolo Villajos, era la primera vez que deambulaban por estos contornos y estaban deseosos de conocer rutas diferentes y algo más exigentes físicamente que las que rodean a Alcázar. Lo han conseguido, pues una vez llegados hasta Los Pozos del Agua, nos hemos introducido en el corazón de las sierras, ascendiendo por sus senderos pedregosos, equivocándonos de camino y rectificando hasta dar con el correcto, hasta alcanzar uno de los puntos más conocidos de la zona, El Navajo, un remanso de agua sobre un fondo pedregoso, que se
llena en años de lluvia abundante y que ahora se encuentra seco.
Una vez allí, a pesar del notable esfuerzo de la subida, todavía nos han quedado fuerzas para alcanzar las inmensas antenas de RTV que coronan los puntos más altos de la sierra. Después, el descenso ha sido rápido y gozoso por lo agradable del soleado día, lo despejado del paisaje, que te permite la contemplación de todos los pueblos de la comarca a vista de pájaro y por la satisfacción de tener un nuevo campo de experimentación para la práctica senderista en sucesivas salidas.
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