jueves, 14 de noviembre de 2019

SENDERISMO POR LA CALDERINA

Yo no sé cómo soy...
y no sé lo que quiero
y no sé a dónde voy
cambiando, inquieto, siempre de sendero...

LEÓN FELIPE



Acompañado por dos históricos amigos y anteriores colegas de profesión docente, José María y Jesús María, la mañana del pasado miércoles 13 de noviembre nos trasladamos hasta las cercanías de Fuente El Fresno, desde donde parte el camino que conduce hasta la cumbre más alta de los Montes de Toledo en nuestra zona, el llamado Pico de La Calderina.



Disipada la amenaza inicial de lluvia, que hizo acto de presencia en los momentos previos a la partida desde Alcázar, y tras recorrer la distancia que nos separaba del punto de inicio, llegamos al cruce  de la N-401 con la CM-4167 siguiendo el esquema que nos había facilitado un experto conocedor de la zona, Pepe Pinar, por sus vinculaciones al paso de la Titán de la Mancha por esos lares.

Tuvimos que rectificar en sentido contrario, dado que la distancia entre el punto del referido cruce y el inicio del camino no era la supuesta previamente sino varios hectómetros más alejada. A partir de su localización y siguiendo fielmente el croquis indicado, conseguimos encaminarnos primero por una pista forestal cenicienta para girar posteriormente por otra más descarnada pero igualmente apta para el paso de vehículos normales.

En el círculo señalado dejamos el vehículo e iniciamos el recorrido a pie, ayudados por múltiples dispositivos tecnológicos que nos ayudan a orientarnos, a conocer las distancias, los ritmos y, en definitiva, a entretenernos mientras caminamos. La subida es constante desde el arranque referido pero con rampas muy tendidas y asequibles para cualquier persona mínimamente acostumbrada a caminar. Otra cosa será hacerla en bicicleta como es mi siguiente propósito.


Envueltos en el confortable aislamiento que proporciona la ladera de la sierra y los setos naturales que forman los pinares y otras especies arbóreas, no notamos el fuerte viento que habían pronosticado y que descubrimos una vez llegados a la despoblada cima en donde finaliza la vegetación alta, abunda la piedra y se concentran las antenas y otros ingenios de la moderna comunicación.

Mientras tanto y durante el camino, además de la amena charla de los más diversos temas, con las siempre sagaces ironías de Jesús María, un maestro de la apostilla oportuna, y de las referencias gastronómicas de José María, divulgador de lugares y platos allá por donde va, el caminar se nos hizo más sugestivo con la presencia de una culebra de agua, de unos 50 cms. de longitud que atravesaba la zona y a la que pudimos retener, explorar y fotografiar gracias a los bastones que nos permitieron alejarla de un contacto directo.

¡Poderosos dominadores de la naturaleza salvaje! en palabras de Jesús María, nada más conocer la instantánea que reflejaba la desigual y cruenta batalla de los intrépidos senderistas frente al ofidio, que terminó sin bajas en ninguno de los dos bandos.

Culminamos el recorrido con la llegada hasta las antenas, cumplidos los 4,2 kms. anunciados, desde donde se divisa una espectacular panorámica que puede contemplarse haciendo un giro de 360º con todo el horizonte a la vista, aunque sorteando las torretas de las antenas y mejor cuando las condiciones climatológicas lo faciliten.

El retorno fue coser y cantar estimulados no solo por la facilidad del trazado descendente, sino porque nos esperaba una parada cercana en el mesón Los Moraleda, a escasa distancia del arranque y lugar no muy frecuentado pero que proporciona una colección de productos de la tierra, amén de la barra de bar para saciar las urgencias,  que resuelve las necesidades gastroturísticas del momento.

No hubo para más. Regreso al punto de partida con el compromiso de realizar una nueva salida, seguramente hacia la Pedriza herenciana y la satisfacción de haber pasado una mañana bajo la sugerente, imponente y gratuita presencia de la naturaleza.




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