jueves, 29 de diciembre de 2016

XXXIX OLIMPIADA MARIANISTA

Antonio Víctor Rivas, Nohemí Gómez y Gregorio Pérez

Invitado por mi buen amigo Antonio Víctor Rivas, esta vez anfitrión y portador de la antorcha olímpica además de honorable aperturista oficial de los Juegos por concesión del Presidente del Comité Nacional, asistí el pasado 27 de diciembre al acto inaugural de la XXXIX Olimpiada Marianista en el incomparable marco del Quijote Arena de Ciudad Real, donde se dieron cita unos 2.300 deportistas llegados de todos lo puntos de España junto a sus entrenadores, profesores y familiares que juntos sumaron casi 5.000 personas en un recinto, otrora templo del mejor balonmano continental y ahora centro de actividades municipales bajo gestión pública al servicio de la ciudadanía capitalina.

Antonio V. portando la antorcha olímpica

Era la segunda vez que acudía invitado a este acontecimiento deportivo de carácter privado pero que eleva al deporte escolar a unas cotas de difusión social encomiables. Este año coincidía con la puesta en marcha del Colegio Marianista en Ciudad Real en el año 1916, es decir, en su centenario. La ocasión, pues, era propicia para homenajear a la ciudad y a los impulsores de este espíritu educativo a través del deporte durante tantos años. Antonio Víctor es una de las figuras que han contribuido a ello, como he tenido ocasión de comprobar en las anteriores ediciones y por el cariño que le han manifestado en ésta todas las delegaciones participantes, lo cual no solo es merecido sino que me llena de satisfacción por gozar de su amistad.


Aspecto general del Quijote Arena durante el acto inaugural


Era la primera vez que compartía el palco del Quijote Arena, con lo que de privilegio otorga esa favorable tribuna y más al lado de mi entrañable amiga Rosa Abad, que una vez más me brindó su compañía, su afecto y su saber estar, además de darme a conocer a algunas de las relevantes personas que por allí se encontraban. Entre otras, dos antiguas conocidas, compañeras de tareas docentes y personas de amplia inquietud educativa como son Nohemí Gómez, actual concejal de deportes de la ciudad y Amalia, orientadora veterana que aún sigue en la brecha y con la que he compartido algunos momentos de fecunda colaboración. También tuve ocasión de conocer a la alcaldesa de Ciudad Real, Pilar Zamora, que me causó una grata impresión tanto por su discurso durante el acto inaugural como por su cercanía cuando me fue presentada.

Amalia, Justo y Nohemí durante el cóctel final


Por lo demás, el acto supo responder a lo deseado en este tipo de eventos. Cálida acogida a los miles de visitantes de otras regiones, para hacer frente al frío ambiental, no subsanado por las restricciones económicas que afectan al municipio. Desfiles trabajados y bien coordinados de las representaciones participantes, palabras con más o menos retórica de los dirigentes, el ya referido momento emotivo de la entrada de la antorcha y encendido del pebetero como manda el ritual olímpico y una breve y sencilla oración acorde con el carácter confesional de la institución. Luego, una actuación folklórica del grupo Mazzantini que puso la nota necesaria para dar a conocer nuestra cultura más genuina en la materia y especialmente en la puesta en escena de una Boda Mozárabe como número estrella.


Una de las múltiples competiciones entre escolares

La despedida a cargo de dos raperos que conectaron con el impaciente público juvenil, poco dado al aguante de los tediosos discursos pero siempre presto a la fresca ironía de las letras con mensaje y, finalmente, un pic-nic ejemplar en su rapidez, desarrollo y conclusión con un civismo admirable en el trato hacia la instalación que parecía tan impoluta como al comienzo del acto. Yo tuve la fortuna de compartir un cóctel con las autoridades en el antepalco  y concluir así una jornada que quedará en mi recuerdo gratamente y por extensión en la agradecida amistad hacia quienes me han hecho este magnífico regalo de fin de año.

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