martes, 18 de mayo de 2010

MACUTILLO 2010 PARQUE NACIONAL DE CAZORLA

UNA TRAVESÍA SUBLIME



Respondiendo a las llamadas virtual, telefónica y postal de este singular Club Ciclista, al que pertenezco desde fechas recientes, cuyo envío guardo ya entre mis fetiches más preciados por aquello del remite desde Andermatt (Suiza) y el matasellos de Tomelloso, el pasado fin de semana del 15 y 16 del florido y hermoso mayo de 2010, nos sumamos a la aventura de recorrer el Parque Nacional de la Sierra de Cazorla en dos jornadas intensas de incesante pedaleo.

En Tomelloso nos concentramos los tres primeros miembros del renovado grupo: Bernardo, Julián y quien escribe, Justo, debutante con los anteriores en este tipo de salidas. Julián era para mí el menos familiar, por el escaso tiempo de relación matenido, pero han sido sufientes estas dos jornadas para entablar una cordial y afectuosa amistad, que se encargó de alimentar desde los primeros momentos con sus espléndidos datos culturales sobre el recorrido y otras anécdotas no menos amenas.

En La Solana, se unió el cuarto componente del grupo, Pepe Sevilla, el histórico portero del equipo de fútbol local y ahora en estos menesteres del pedal. Con el coche de Bernardo como sede ambulante de nuestro desplazamiento, llegamos hasta Villanueva del Arzobispo para iniciar así la aventura del Macutillo 2010, cuyo nombre procede del necesario recipiente dorsal en el que debemos concentrar los mínimos enseres para pasar una noche y emprender una nueva etapa a la siguiente mañana.

Esta primera tarde, pues, comenzó con la subida hasta Iznatoraf o Torafe como se la conoce familiarmente y, así, casi sin ningún tapujo, hicimos el primer calentamiento que casi fue calentón, pues subimos rampas dignas de profesionales como conocerán quienes han deambulado por esos pagos jienenses. La primera imagen en la llegada a la plaza torafeña es la de un "mocoso" de no más de 8 o 9 primaveras, que con su andaluz coloquial canturreaba:


Con la A, Torafe va a ganar,
con la E, Villanueva va a perder,
con la I, nos vamos a reir,
con la O, ¡menudo palizón!
con la U, ¡Uhhhhhhhhhhhhh!

Y de este modo tan patrioticamente deportivo nos hicimos a la idea de que en el deporte las fronteras siempre están marcadas y del terreno que pisábamos.

Tras tomar nuestros bocadillos en el bar El Arco, al lado del elemento urbano que le da nombre desde tiempos remotos, hicimos un breve recorrido por la bella población árabe de calles estrechas y floridas macetas, para emprender ya el recorrido al resto de lugares previstos en la ruta.

Llegamos pronto y con buen ritmo a Villacarrillo por la Nacional de Jaén y desde allí nos desviamos hacia Mogón en un descenso constante y yo diría que vertiginoso. Desde esta localidad llegamos a Santo Tomé donde nos sorprendió una romería que inundaba de gente la travesía principal, y desde allí, no sin ciertas dudas ante la dirección a seguir, llegamos a Quesada, notable población con el Museo del Pintor Zabaleta y otras muestras de cultura, amén de su pintoresca ubicación.

Desde Quesada, Cazorla quedaba a un paso y, no sin ciertos esfuerzos en las subidas, nos plantamos en el destino fijado cuando apenas eran las siete de la tarde. Nos esperaba el Hotel Parque, discreto, céntrico y alegre y tras el aseo de rigor nos dispusimos a recorrer lo más selecto de la villa, solazarnos en su plaza de Santa María y a cenar en uno de sus restaurantes para reponer energias para la siguiente jornada. Aún tuvimos tiempo para indagar ligeramente sobre la tradición de la caracolada con la que los habitantes celebran a San Isicio, iluminando la noche con multitud de candiles creados sobre el caparazón de los caracoles.

En esta primera jornada habíamos recorrido 82,4 kilómetros en un tiempo de 4 horas, 25' 32" a una velocidad media de 23,5 kms/h, alcanzando una velocidad máxima de 55,3 kms/h y quemando una media de 1.160 calorías.

La segunda jornada, el domingo día 16 la comenzamos con un suculento desayuno en el Hotel que nos dio fuerzas para subir desde el inicio el Puerto de las Palomas y atravesar todo el Parque Nacional, en una travesía sublime presidida por el verdor de campos, siembras, pinares y hasta el césped artificial del campo de fútbol de Coto Ríos. Con estas perspectivas visuales flanqueando nuestro pedaleo, el agua cayendo ruidosa desde numerosos y espontáneos manantiales y las aguas del pantano del Tranco anunciando su repleto volumen en la presa, llegamos a la misma a un ritmo ágil y trepidante de los que hacen afición a este deporte.

A partir del Tranco y de vuelta a Villanueva comenzó la parte más dura puesto que superada la zona de bajada, que aún hicimos más profunda visitando el Charco del Aceite o de la Pringue, como lo conocen los lugareños, tuvimos que remontar un largo puerto de incesante subida que nos fue mermando las fuerzas, el agua y casi el ánimo hasta llegar al objetivo del Hotel Torres donde nos detuvimos a comer las ocasionales viandas que les sobraban a las celebraciones de comunión que tanto proliferan en los domingos de mayo de nuestro país.

Habíamos recorrido 90, 4 kilómetros,en un tiempo de 4 horas, 47' 04" a una velocidad media de 18,5 kms/h, alcanzando una velocidad máxima de 49,3 kms/h y quemando una media de 1.624 calorías.

Al final, retorno feliz a los lugares de origen y una nueva aventura culminada con éxito.

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