lunes, 12 de junio de 2017

PRESUNTOS CICLISTAS

Agapito, Juan Antonio, Josemi, Antonio, Bernardino y Pedro
Cuando Bernardino abrió el portón trasero de su vehículo para mostrarnos la recompensa que nos aguardaba al final de la etapa, compuesta de cervezas litronas y patatas fritas ligth de presunto jamón,  según rezaba en la etiqueta de su envoltorio, no cabía duda: éramos presuntos ciclistas los aspirantes a tan estimulante como inconsistente premio final.

El portón trasero donde se aprecia
 el cofre de las  promesas


Y con tal presunción, acometimos el inicio de una ruta, cuyo comienzo al pie de la crestería consaburense no pudo ser más atractivo. La hora ideal para el pedaleo con fresco, los vehículos estacionados a la sombra futurible de las acacias de un restaurante de carretera en horas bajas por falta de protagonismo y un grupo de bikers road dispuesto a darlo todo, no para ganar nada, sino para durar más.

La salida fue fuerte, con asfalto en buen estado, viento en calma y terreno descendiente hasta casi Los Yébenes, en donde el río Algodor deja su inconfundible aroma y marca la frontera con las suaves elevaciones del terreno que se irán acentuando a medida que se aproximan las estribaciones de los montes toledanos.  Llegados a Marjaliza comienza la subida al puerto y se impone el K-1. Antonio se destaca del grupo y cuando alcanza a dos bikers y los saluda, uno de ellos le devuelve una peineta sin motivo, sin sentido, sin estilo, sin pensar que Pedro y yo veníamos a continuación y lo vimos. No hubo palabras ni saludos. Con la mirada fue suficiente para reprocharle su actitud. Si hay presuntos ciclistas como presunto jamón, también hay presuntos gilipollas sin remedio.

Puerto y molinos en Los Yébenes
A la llegada a la cima, Antonio nos espera ya a la sombra hablando con un romántico en vespa que le da todo tipo de consejos. El grupo no tarda en reagruparse y continuar la bajada hacia Arisgotas, cuyo tránsito es ciertamente enrevesado pese a la pequeña dimensión de su núcleo urbano y con un coche apareciendo en cada uno de los cruces. Seguimos camino hacia Orgaz, cuyo condado inmortalizó El Greco con su entierro, mientras Josemi advierte que “ya se ve la torre” en cada uno de los tramos cercanos, donde tomamos un ligero avituallamiento.

Desde allí seguimos para dar cuenta de la última subida con más dificultad de la mañana, un pequeño puerto camino de regreso nuevamente hacia Los Yébenes. 

El asfalto se hace cada vez más tosco y áspero. Esto, unido al aumento del calor, endurece las condiciones para los ciclistas. Antonio nuevamente corona en solitario y aún tiene fuerza para regresar a por el resto de compañeros. Se oye de fondo que la travesía de la población cinegética la haremos por donde está el monumento al marido de la exconcejal Olvido Hormigos, pese a que luego durante el recorrido aparecen varios ejemplares escultóricos en otros tantos puntos estratégicos, por lo que nos topamos con presuntos cuernos que cualquiera de ellos podía ser el objeto de la dedicatoria.

Agapito 
Josemi
Bernardino
Antonio Maciá


Enfilamos finalmente la interminable recta de regreso hacia Consuegra y salvado el ahora primer tramo descendente hasta el río, nos aguardan continuas subidas suaves pero endurecidas por el calor y el cansancio que despiertan el deseo de todos de que la anunciada visión de la torre se cumpla realmente, porque también hay presuntas torres que solo existen en la imaginación de los fatigados ciclistas que desean ver en ellas el esperado final de su renovado sufrimiento.

Pedro
El grupo dando cuenta del presunto jamón


Y destapó Bernardino maletero, nevera y jamón. Corrieron cervezas y limón a la sombra del parador, que solo puso el decorado. Una rubia alegró con su presencia a los machos allí concentrados. Vuelta al pueblo para rematar en Los Arcos las correrías pasadas, a comentar las jugadas, donde todo lo encontramos: jamón, patatas, ciclistas, pedrestes o pederastas, cuernos, gilipollas y una torre en cada cuesta.

1 comentario:

Unknown dijo...

Ánimo chicos y mucho cuidado con los cafres