lunes, 17 de abril de 2017

CON HÉCTOR EN LA VOLCAT 2017

Héctor con sus padres antes de la 1ª etapa

La Volcat es una prueba para bicicletas de montaña equivalente a la Vuelta a Cataluña en ciclismo de carretera, es decir, se celebra por etapas, tres, y participan corredores federados de máximo nivel tanto españoles como extranjeros. Prueba de ello es que el vencedor masculino de esta edición lo ha sido por 4ª vez, Thiago Ferreira, de nacionalidad portuguesa, seguido por Ben Zwiehoof y por Jiri Novak y la vencedora femenina ha sido la española Claudia Galicia, seguida por Katja Montani y por Anna Ramírez.

Salida de los bikers


Hecha esta introducción para situar a los más profanos, la participación de Héctor en dicha prueba, como un reto competitivo, nos permitió acompañarle durante el viaje, servirle de apoyo para facilitarle la necesaria infraestructura y darle el ánimo y el acompañamiento siempre necesarios cuando uno se aleja en solitario de su entorno habitual. Que tuviéramos noticia, no había ningún otro paisano participando en la prueba.

Estas circunstancias nos han permitido a sus padres, además de ver el espectacular ambiente que rodea a estos acontecimientos, visitar y conocer una región que siempre te depara sorpresas, la mayoría de ellas positivas. La primera de todas fue el alojamiento, ya desde la tarde del día anterior, en un Hotel rural de Vilobí del Penedés, llamado Cal Ruget, una finca o masía restaurada con exquisito gusto en medio de viñedos y olivos y alejada de los núcleos urbanos a varios kilómetros, o sea, en pleno campo de una comarca, el Alto Penedés, dedicada al cultivo de la vid y a la elaboración de sus frutos en forma de vinos y cavas.

Cal Ruget


Después de alojarnos en las cómodas estancias de la masía, por indicación de Nuria, la responsable de Cal Ruget junto a su pareja Alberto, fuimos a conocer el entorno más cercano y a degustar algo de su gastronomía. El local Cal Lluis, fundado en 1886 y situado en la vecina San Martí de Sarroca, con sus veladores de mármol originales, sillas de madera maciza de taberna clásica y techo artesonado con vigas de madera, ofrece en su cocina gran variedad de posibilidades, pero destacan sus “fondues” de quesos suizos con toque de gorgonçola. Todo ello regado con un vino negro del Penedés, “Les Forques”, de amable trago.  También hubo ocasión para completar el menú con una tabla de embutidos de la zona y el característico pan tumaca.

En Cal Lluis con vino del Penedés


El primer día de carrera nos desplazamos hasta Igualada, situada a unos 25 kms., donde se dio la salida con rigurosa puntualidad a las 10 horas a los casi 1.000 ciclistas o bikers participantes. La espectacularidad de la salida la marca el alto ritmo que imponen los primeros en salir y el pelotón que sube bordillos, ocupa aceras y resquicios por los que ganar posiciones de cualquier modo con el consiguiente peligro para los desprotegidos espectadores. La falta de conocimiento de la zona no nos permitió un seguimiento a lo largo del recorrido, que, por lo comentado por Héctor, ha sido espectacular en todas las etapas, con zonas muy escarpadas, llanos breves, pasadizos de tierra compactada y aguas embalsadas o de pequeños arroyos, que dificultaron la marcha y obligaron a los bikers a acumular el indeseado barro en sus máquinas y en su cuerpo y ropas.

Héctor con los restos de la batalla
Espectacular tramo de la carrera


Mientras se desarrollaba la etapa, nosotros fuimos a conocer algo de la localidad organizadora, Igualada, cuya principal industria en su momento fue el curtido de la piel. Ahora se conserva un museo sobre la misma que se encontraba cerrado y no pudimos visitar. También Igualada es productora de globos aerostáticos. La primera y única en territorio español. Su paisaje urbano es una mezcla de zonas industriales decadentes junto a avenidas o ramblas amplias, muy bien diseñadas y naves industriales de grandes dimensiones. También goza de buenas instalaciones deportivas y no hay que olvidar que su equipo de hockey patines fue varias veces campeón de Europa. Ahora sus jóvenes jugadores lo hacen sin cobrar, como meros aficionados.

Ayuntamiento de Igualada


La llegada de los corredores a meta fue escalonada y entre el primero y Héctor hubo casi tres cuartos de hora de diferencia, lo que da prueba del alto nivel de los mejores. El control se cerraba a las dos de la tarde y algunos rozaron esa situación. Para nosotros y tras el necesario lavado y puesta a punto de bici y ciclista, por recomendación de los anfitriones, nos trasladamos a otra localidad cercana, Guardiola de Font Rubí donde comimos en Can Pau Xich que nos ofreció una amplia carta de brasa, pan tomaca, postres caseros y dulces de temporada que regamos con un buen rosado del Penedés.

Otro de los parajes de la prueba

Superadas las horas vespertinas y después de un largo paseo por los viñedos de la zona en plena floración y con las primeras pámpanas dando el verdor característico, Nuria nos preparó una exquisita cena a base de tortilla de alcachofas de su huerto, ensalada de ahumados y una tabla de embutidos del Penedés junto a tres variedades de quesos. La bebida que acompañó al menú fue el cava, estrella en la región, con el privilegio de gozar de uno de elaboración para Cal Ruget, llamado Albert Perrin, amigo de los dueños, a los que concede la exclusividad de su degustación. Mereció la pena porque era un cava brut nature que rompía los malos hábitos acumulados a lo largo del tiempo sobre el modo adecuado para tomar esta bebida. Héctor la probó por cortesía pero siguió con el agua como corresponde a una dieta de buen deportista.

Cal Ruget rodeado de viñedos


La mañana del sábado comenzó pronto dado que la prueba salía a las 9 horas y aguardaban casi 80 kms., por lo que era difícil bajar de las cinco horas para Héctor, que, no obstante consiguió hacerlo en 4 h 37’ a 1 h 25’ del primer clasificado que fue Thiago Ferreira, a la postre ganador absoluto. Esta diferencia da idea de la desigualdad de niveles en ciclistas que le dedican bastante tiempo y preparación a este deporte. De eso se trataba, de ver como en todo hay diversidad y aprender a situarse en el rango correspondiente aún sabiendo que siempre se puede mejorar y superarse a sí mismo, que es el mayor aliciente de cualquier práctica deportiva.

Tras presenciar nuevamente la salida, fuimos en dirección a Capellades para visitar un museo del que nos había hablado un joven de los que cubren la seguridad del circuito que hizo las veces de guía turístico con bastante buen criterio y amabilidad. El museo es un antiguo molino papelero de los que existían numerosos en la zona y que aprovechaba con bastante acierto el agua de un estanque y acequias próximas para generar la energía sobre una sofisticada maquinaria de engranajes sincronizados para transformar las telas viejas en papel de distintas texturas. El museo explica con claridad y rigor todo el proceso, además de mostrar las distintas herramientas y máquinas que se conservan como originariamente desde entonces. Una joven empleada nos dio todo tipo de explicaciones y nos acompañó en la primera parte de la visita. Otra muestra más de la buena acogida y amabilidad de los habitantes de esta región.

Trapos convertidos en papel
Vista de la zona de secado del papel


Para terminar la mañana nos dirigimos hasta Vilafranca del Penedés, capital de la comarca de dicho nombre, para visitar su zona céntrica en la que se halla la espectacular basílica de Santa María y el Museo del Vino. Luego nos adentramos en la Rambla de Jaime I y alrededores en donde los sábados tienen lugar los mercadillos callejeros de todo tipo de productos comestibles y ropas fundamentalmente, agrupados por pequeñas zonas o plazas contiguas. Más adelante compramos vino y cavas en una vinatería, como no podría ser menos en el punto donde nos encontrábamos.

Ante el Museo del Vino en Vilafranca


La curiosidad nos llevó a contemplar una escena pintoresca. Una gitana rubia vendía puntillas y otras mercerías a un grupo de mujeres magrebíes ataviadas con sus pañuelos en la cabeza, al tiempo que una bandera estelada ondeaba en una de las ventanas del edificio que les daba sombra. Esta mezcla de la más pura diversidad contrasta con los deseos nacionalistas que se tratan de imponer desde ciertas clases dirigentes y que, en estampas como estas, ponen en evidencia lo anacrónico de ese discurso en un mundo cada vez más interconectado y donde el mestizaje inevitable es un signo de los tiempos, pese a quienes siguen mirándose el ombligo obsesivamente. Todo un contraste con la amabilidad y buen trato recibido de las personas con las que nos hemos encontrado a lo largo de nuestro breve pero satisfactorio periplo por tierras catalanas.

Gitanos e inmigrantes bajo la estelada


Regresamos a la hora previsible y nos equivocamos porque Héctor había finalizado antes su recorrido y aguardaba en la zona de meta nuestra llegada. No pareció muy cansado pese a los casi 80 kms. del recorrido. De nuevo había que lavar la bici a fondo  y regresar a Cal Ruget donde Nuria nos había preparado un menú aguardando el tiempo necesario después de la prueba. Boquerones en vinagre, calçots en tempura y piquillos rellenos de de espinacas y butifarra negra además de los segundos fue el contundente contenido de la degustación que nuevamente regamos con el cava Albert Perrin, que tanto nos gustó el día anterior.

Paseo por Sitges


Tras una siesta a lo grande, partimos en dirección a Sitges para completar el recorrido turístico paralelo al ciclista. Esta localidad nos sorprendió no solamente por la animación callejera, hasta límites impensables para esta época del año, sino también por la belleza de sus playas, paseo marítimo y los barrios y edificios próximos a la iglesia cuyas escalinatas descienden al mismo borde del mar. El Rincón de la Calma es un edificio singular que recuerda la arquitectura colonial y le da un encanto especial al entorno. La abundancia de comercios, el talante abierto y tolerante de sus habitantes unido a la fama del Festival Cinematográfico Internacional hacen de ella un destino recomendable, aunque no garantizamos conseguir plaza en épocas de saturación turística.
 
Rincón de la Calma en Sitges
Regresamos para dar cuenta de la última recomendación gastronómica de Nuria, la pizzería con horno de leña “La Vendetta” en San Martí Sarroca, en la que probamos varias pizzas también acompañadas por un cava, esta vez más industrial. Mereció la pena en honor de Héctor que es un amante de este manjar italiano y repone de hidratos sus necesidades energéticas. Al regresar a Cal Ruget lloviznaba ligeramente.

Por último,  el domingo 16 repetimos el madrugón para dar paso a la tercera y última etapa de la vuelta que era la más corta en kms. pero que resultó la más dura en su trazado. Partió a las 9 de la mañana y el líder Thiago Ferreira la culminó en 1 h 54’, mientras que Héctor llegó a 1 h 3’ del mismo, haciéndolo en 2 h 58’, lo que confirma la diferencia de nivel ya descrita. Los gritos de alivio según entraban corredores a la meta, saludos, caballitos y abrazos eran indicadores de que conseguir superarla es ya un reto y si lo haces dentro del tercio primero del total de participantes, como es el caso de Héctor, pues miel sobre hojuelas. Su único premio material ha sido la camiseta roja de finisher o finalizador que la organización entrega a quienes acaban la prueba. Al final lo que importa es la experiencia vivida y el espíritu de superación demostrado en una competición muy exigente y de una organización ejemplar en todos los aspectos. Tomamos notas para colaborar a que la Titán manchega alcance cotas similares con la colaboración de todos.

Llegada a la meta


Nuevamente hubo que lavar bici y ciclista, por lo que la hora de regreso se retrasó hasta las 13:30 en que emprendíamos la marcha hacia Valencia por la AP -7 para enlazar con la A -3 y desde allí hasta nuestras tierras manchegas por las autovías autonómicas, con fluidez de tráfico en todo el recorrido, pese a las alarmas de retenciones con motivo del retorno masivo de Semana Santa. La aventura había finalizado con éxito y con buenos sabores de boca.


Reponiendo fuerzas
En la carpa de la organización



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