jueves, 11 de agosto de 2011

20º ANIVERSARIO DEL I.C.C. GOZOSA CONMEMORACIÓN






El pasado 9 de agosto celebró el Internacional Cycling Club sus 20 años de existencia. Para tal conmemoración, Bernard y Juliette, dos de sus componentes históricos, ofrecieron su casa como marco de una gozosa y amena celebración, bajo el inicial y olfativo control de Lupo que, con su imponente cuerpo, marca su territorio de cándida fiereza.

A la cita acudieron casi todos los miembros del Club acompañados de sus donnas, a excepción de J. Grandson que se encuentra por otras latitudes y de Petrosian Alamov, quien no termina de ultimar los trámites para su incorporación, pensamos que por los laberintos burocráticos que imponen los paises del Este a sus ciudadanos cuando tratan de occidentalizarse.

La velada tuvo lugar en un marco espléndido a orillas de una piscina que alegraba la vista en la cálida noche tomellosera e iluminados por una lámpara rústica pero que cumplía adecuadamente su misión. Los anfitriones dispusieron de una variada sucesión de platos de entrada en donde no faltó un magnífico queso manchego, las berenjenas y el buen vino completado por una botella que aportó Fontaine, recién llegado de tierras catalanas. El remate lo puso un sabroso “marmitako” cocinado en cazuela de barro original que respondió a los paladares más exigentes.

Pero el momento cumbre de la jornada lo puso la presencia inesperada de M. Renard, que hizo hueco en su complicada agenda para volar desde Suiza y estar en la celebración del Club al que tantos desvelos le ha dedicado. Renard disertó, con su habitual elocuencia, sobre los años vividos desde los inicios al tiempo que, en pantalla gigante, emuladora de los cines de verano, se proyectaban imágenes de toda esa trayectoria ciclista, social y humana que late tras la existencia de este singular grupo.

El relato de anécdotas y la constatación, por contraste de las apariencias de los miembros del Club, del inexorable paso del tiempo fueron llenando de contenido los minutos más intensos de la noche hasta que Renard se despidió y los demás fueron poco a poco asimilando la realidad y recordando que la jornada siguiente era laborable para algunos, por lo que tras varios brindis por lo vivido y algunos más por el esperanzador futuro que se le desea, todos quedaron impregnados de un gozoso y satisfactorio estado de ánimo.

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