lunes, 26 de abril de 2010

TIEMPO DE CLÁSICAS



Es tiempo de clásicas en el mundo ciclista. Este fin de semana se disputó la Lieja-Bastón-Lieja, hace poco la Flecha Valona y la Paris-Rubaix. En estos momentos los profesionales se ponen a punto para las grandes pruebas por etapas que les esperan.

Del mismo modo, he aceptado la invitación del compañero y amigo Bernardo para dar una vuelta desde Tomelloso por una ruta que se merece la consideración de clásica en nuestra zona.

Para empezar tuve que sortear la romería de la Virgen de las Viñas en la vecina localidad y desorientado por los cortes callejeros, me topé con un tomellosero de pura cepa que, al pedirle que me indicara el camino deseado, me soltó un:

- Seja aquí mismo y da la vuelta y luego coges la segunda a la izquierda que ya llegas. ¡Con Dios!

Con esa inyección de casticismo rural manchego, cualquiera sigue con optimismo lo que la jornada le depare. Y así, acompañando a Bernardo hicimos una ruta preciosa. Camino de Osa de Montiel, atravesando el Club de Golf por el empeño de los tomelloseros en tener el suyo y, llegando hasta el cruce para desviarnos camino de Ruidera, metidos ya en pleno monte bajo, lleno de encinares, con la vegetación y las siembras de un verde tan apoteósico como efímero.

En ese momento, con la carretera recién asfaltada, buen arcén y pendiente favorable, con la ligereza de las bicicletas de carbono, la sensación es pasar de un todoterreno a un deportivo. Rodar a cuarenta por hora durante un largo trecho es una sensación única para quienes disfrutamos de esta actividad.

Luego, parada y ligero avituallamiento en Ruidera, ocupada de forma masiva los fines de semana y con previsiones de que este verano alcance cifras históricas dado el nivel de sus aguas.

Seguimos la ruta hacia Tomelloso y al llegar al pantano de Peñarroya, segunda manifestación romera, esta vez de los argamasilleros que trasladan a su Virgen que comparten con La Solana. Y otra vez la multitud aglomerada entre un ruido infernal de músicas estridentes y un botellón autorizado y consentido para justificar la fiesta. Seguro que algunos creyentes religiosos la viven con otro sentido pero es difícil de adivinar.

Los últimos site kilómetros de regreso a Tomelloso transcurren por la senda donde los sprinters locales hacen sus particulares exhibiciones, donde la arboleda dibuja un entorno afrancesado a la carretera y donde los casi ochenta kilómetros del recorrido pesan en las piernas pero se amortiguan con el gozo de la afición compartida.

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