miércoles, 8 de julio de 2009

CICLISMO EN RUIDERA


Coincidiendo con la festividad de San Fermín, cumplimos un reto largamente apalabrado entre compañeros de la orientación y ciclistas de vocación tardía pero entusiasta.

Lo cierto es que cargué mi vieja Menneli al coche y me reuní con Bernardo y Pepe Sevilla en el parador Peñarroya, situado en el cruce de carreteras hacia La Solana y Tomelloso y próximo a Argamasilla de Alba. Dieron las nueve de la mañana y como niño con calas nuevas me integré en la disciplina ciclista de dos avezados escaladores que gozan de máquinas de carbono, deslumbrantes, ligeras y de envidiable precisión en sus mecanismos.

La mañana se prestaba al pedaleo gozoso, dado que la temperatura era fresca y agradable para estas fechas, la carretera estaba despejada y el tráfico mayoritario era de ciclistas, como si se hubiera reservado el trazado para ellos.
En estas condiciones y salvando el respeto inicial de no provocar rupturas por descompensaciones de ritmos, nos fuimos acomodando a una marcha cadenciosa, subiendo los peores repechos con solvencia.

El resultado fue asomar por Ruidera en poco menos de una hora y media, lo que nos permitió prolongar el recorrido bordeando las lagunas, que se encuentran magníficas de agua y por tanto, de vegetación y paisaje paradisíaco.

Tras un café en el remozado camping de Los Batanes, de agridulce recuerdo para mi memoria, retornamos en sentido contrario, ahora con el peso añadido del sol que comenzaba a calentar con mayor intensidad. Pero lo cierto es que superados los peores obstáculos como la subida de La Malena y una vez alcanzado el punto más alto de las necesarias subidas, el ritmo que tanto Pepe como Bernardo impusieron fue trepidante para mis costumbres, pero no por ello extenuante, de modo que me mantuve al rebufo de sus relevos, tomando nota de ese buen hacer ciclista, tan desconocido en mi entorno habitual, para, al menos, no perder rueda y llegar al parador sin obligarles a esperarme.

Al final, unas reconfortantes cervezas son siempre el mejor premio al esfuerzo realizado y la constatación de que habiendo deseo de adaptarse todo es cuestión de proponérselo si de lo que se trata es de compartir afición.

Ya estoy listo para nuevas aventuras, aunque espero hacerlo a lomos de otra "burra".

3 comentarios:

Club de la Academia dijo...

El deporte tiene un punto de exigencia, de reto personal, de esfuerzo...al que no se debe renunciar.
A los ciclistas antes se les llamaba "carreristas". La bicicleta está unida a las carreras, a la velocidad.
Espero que pronto tengas en la cochera un alazán de carbono que relinche pidiendo guerra.
Saludos. Bernardo

Club de la Academia dijo...

He tenido problemas con el primer comentario.
Así que repito lo acertado que me parece el artículo de Justo.
Y mis deseos de que con el tiempo podamos recordar el día como el del comienzo de algo que trajo mucha cola.
Saludos. Bernardo

Justo López Carreño dijo...

Por contestar a tus arengas sobre los carreristas, mi visión de la bicicleta es aún más profunda y se identifica con una estupenda crítica literaria que he leído hoy en El País, firmada por Carlos Arribas sobre un libro que acaba de publicar Tusquets de Eugenio Fuentes titulado "Contrarreloj" y en la que entre otras cosas dice... "el poder terapéutico del ciclismo alcanza a todos los atributos de quienes lo practican, que el gesto precede a la función, que el uso de la bicicleta como medio de transporte cotidiano no es tanto el producto de una realidad social y cultural sino que es, precisamente, la palanca que puede transformar la sociedad.
...Terco como cualquier ciclista aficionado que se niega a bajarse de la bicicleta para terminar, agotado, a pie la ascensión al Tourmalet, renuncia a ella. Entre el capitalismo y el socialismo, a la felicidad por la bicicleta, la tercera vía. El elogio de la bicicleta se convierte, inevitablemente, en una proclama que el autor termina a lo grande: "¡Arriba las bicicletas para cambiar la vida!El ciclismo es un humanismo".
Saludos.
Justo