miércoles, 24 de diciembre de 2008

NORMALIDAD POSITIVA




Inicié mi fin de semana deportivo asistiendo en Quintanar de la Orden al X Torneo Internacional de Navidad de Karate, en el que bajo el equipo de Castilla-La Mancha, participaba Ignacio Iniesta, nuestra figura familiar en ciernes, que continúa su buena progresión, dentro de lo que podríamos considerar una normalidad positiva. Ganó, empató y perdió sus particulares duelos ante curtidos rivales, pero se sumó al triunfo colectivo y logró proclamarse, una vez más, campeón de la competición en su categoría.
El espectáculo es curioso y digno de conocerse por el ambiente que se genera y, que invade, en toda su extensión, las dimensiones de la pista del pabellón polideportivo, que en este caso era el "Fred Galiana" de la mencionada y vecina localidad manchega. Cuatro tatamis simultáneos, con sus respectivas mesas de anotación y cronometraje, más el conjunto de jueces que fiscalizan cada gesto para puntuar las acciones que llevan al triunfo o a la derrota.

Con el tiempo justo para acomodarme ente el televisor, presencié el partido del Real Madrid ante el Valencia, con la final satisfacción de ver un triunfo que, aunque no brillante, era necesario. Hay partidos que se deben ganar incluso renunciando a la vistosidad. Este era uno de ellos. El Madrid no se podía permitir una nueva derrota en su feudo, ante un rival de entidad y después de tres derrotas consecutivas anteriores.
El comienzo fue fulgurante, con dominio territorial y llegadas muy incisivas, como la que provocó el gol de Higuaín, después de una espectacular internada de Robben, de las que levantan al público de su asiento y que confirman que es el jugador más en forma y desequilibrante que tiene en la actualidad el equipo blanco. Luego, más de lo mismo. El equipo se puso nervioso ante el creciente empuje valencianista y quedó de manifiesto la falta de liderazgo organizativo, la inseguridad defensiva - esta vez salvada una vez más por el recuperado Casillas - y la mediocre artillería, que no logra definir las buenas ocasiones que tuvieron al contraataque, en balones francos para el gol, como los que dispuso Higuaín en dos o tres ocasiones y Guti en otra clarísima. Resulta asombroso que jugadores, de esta supuesta calidad, puedan errar en situaciones que cualquier aficionado querría para sí en un partido de esas características. Una de Higuaín a bocajarro merecía darle un buen tirón de orejas.
Pero, en conjunto, se evidenció una cierta positividad en la actitud y concentración de los jugadores, que Shuster había desinflado hasta mínimos en una dejación de funciones insostenible. Espero que Juande Ramos, este pedroteño, crecido en el futbol levantino y con amplia experiencia y trayectoria, aporte sensatez y continuidad, exigencia y sacrificio, porque la calidad y el buen juego, en un plantilla como la madridista, que además se está reforzando para cubrir los huecos de las lesiones, deben aflorar de manera natural.

A la mañana siguiente, una nueva salida cicloturista con mi grupo, nos permitió disfrutar del buen tiempo climatológico, pues a pesar de las frías temperaturas iniciales, el sol se fue imponiendo para permitirnos un paseo, por el camino hasta Villafranca y sus lagunas, muy agradable. Los humedales recuperados de agua, plenos de aves y los caminos en su mejor estado para el pedaleo. Las lagunas eran un espejo natural que reflejaba la calma atmosférica y sólo las ligeras ondulaciones de los grupos de patos alteraban la quietud del agua.

Regresé en solitario para presenciar el partido de futbol sala en el Pabellón del Parque, en el que mi hijo Héctor participaba con su equipo. Esta vez recibieron un buen correctivo por parte de los rivales que, sin hacer nada especial, matuvieron una defensa ordenada y férrea, que les permitió sorprender al contraataque con rapidez y eficacia. El 5 - 1 final quizá no refleje la diferencia real sobre el campo, pero el fútbol tiene esa lógica que, a veces, resulta demoledora.

Y en esa misma tarde, a pesar del frío y de lo completa de mi agenda en acontecimientos deportivos, me acerqué al polideportivo municipal para asistir al clásico comarcal entre el Gimnástico de Alcázar y El Tomelloso C.F., pues estos partidos son de los que siempre me motivan. En general no hubo nada nuevo. Ambos equipos mostraron lo que esta categoría suele deparar: poco fútbol elaborado, escaso manejo de balón y mucha presión y fuerza en los marcajes. De modo que la llegada de los goles se hace de esperar y suele ocasionarse a balón parado o tras un despiste. En este caso, en el minuto siete de la segunda parte, los locales aprovecharon una falta para enviar a la red, de un buen cabezazo por parte del delantero en punta del Gimnástico, el primer tanto. Yo pensaba que no se movería el marcador, pero me equivoqué. El Tomelloso marcó a los pocos minutos en un descuido de la defensa alcazareña que se vió sorprendida con un buen disparo de los tomelloseros. Ahora sí que era difícil pensar de nuevo en remontar. Pero, afortunadamente, me volví a equivocar. Y además, me alegré especialmente de mi nuevo vaticinio, comentado en la grada con mi amigo José Manuel Minguez y otros dos futboleros de su grupo, mientras tapizaban de cáscaras de pipas la zona de la grada que ocupábamos en el fondo del campo, porque el segundo gol del Gimnástico vino precedido de una extraordinaria jugada, de lo mejorcito que se ha visto en lo que va de temporada, que arrancó de un pase en profundidad de Javivi, con gran visión y temple, a la carrera de Jaime Beamud quien se internó ganando al defensa en velocidad y centrando con calidad y peligro hacia la portería tomellosera, dando lugar a que el rechace defensivo fuera rematado de cabeza por Isaac para conseguir el definitivo y victorioso 2 a 1 para los alcazareños. Salté de alegría como hacía muchos años que no lo había hecho por estos colores. ¡Qué cosas, a mi edad!

domingo, 14 de diciembre de 2008

LECCIÓN DE DIGNIDAD


Que era difícil que el Real ganase en Barcelona, lo sospechábamos hasta los más forofos madridistas, pero que el Barça tuviera tantas dificultades para lograr la victoria es algo que no se esperaba la tensa y desaforada afición catalana, que vivió con ansiedad todo el encuentro y explotó de júbilo a siete minutos del final, desahogando así toda la tensión acumulada. Y es que en el fútbol, como en la vida, los milagros escasean y ante un equipo que estaba haciendo un juego alegre y fluido, con la moral alta por las recientes victorias, y goleando con bastante facilidad hasta a los rivales más directos, lo extraño hubiese sido que un Madrid, diezmado por las múltiples lesiones, con nuevo entrenador - me alegro que pruebe el pedroteño Ramos - y con la enésima composición defensiva en lo que va de curso, dando paso a Metzelder y Salgado, que hasta ahora eran suplentes, más el debut de un canterano como Palanca en un escenario tan exigente como el Nuevo Campo del Barcelona - parece irónico seguir llamándolo así tras casi cincuenta años de historia - hubiese dado la sorpresa.

Sin embargo, si la suerte, que sigue siendo un factor importante en este juego, hubiera sido favorable en las dos clarísimas ocasiones de Drenthe y del mencionado Palanca en la segunda mitad, otro gallo hubiera cantado y ahora no estaríamos hablando de doce puntos de desventaja. Pero, a pesar de todo hay que mantener el optimismo y recuperar el estilo y la ambición, que es lo que diferencia al Madrid del resto y lo que causa tanto encono en Barcelona. Si el resultado hubiese sido un empate, la orgullosa afición barcelonista se hubiera llevado una decepción morrocotuda, pues no hay que olvidar que la victoria sobre el Madrid tiene en esas latitudes más valor que cualquier otro título que puedan conseguir. Y no se estuvo tan lejos de que así fuera. Lástima que los cambios de última hora no tuvieran la tensión competitiva de los que abandonaron la cancha.

El Madrid perdió y fue dominado territorialmente por los catalanes, pero dió una lección de dignidad y de capacidad de resistir cuando las circuntancias podían haberlo abocado a la debacle. Quien sabe si será el comienzo de un cambio de actitud que le permita, una vez más, iniciar una nueva remontada, como a las que siempre nos ha tenido acostumbrados. Este Madrid es el que se gana el respeto, la admiración y la envidia del resto de sus rivales.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

FIESTA ALEGRE


El pasado día uno de diciembre tuve ocasión de visitar, junto a Vicente Paniagua que me cursó invitación e hizo de amable introductor y embajador, la obra gestada por Pedro Ferrándiz, con quien me fotografié para ilustrar estos comentarios, y sus colaboradores en la Fundación que lleva su nombre y es un auténtico templo del baloncesto por la memoria que, en diversos formatos, conserva entre sus muros. Alcobendas ha sabido anticiparse como municipio a lo que sería un privilegio para muchas otras ciudades de mayor población y rango. Su edificio, Borislav Stankovic, en honor del Secretario General de la FIBA durante 26 años, es una muestra de gratitud y reconocimiento a la memoria de un deporte que se gestó en nuestro país casi al compás del pasado siglo XX y que ha ido creciendo hasta ser uno de los más seguidos y arraigados en todo el ámbito mundial.

En el museo se pueden ver colecciones de medallas conmemorativas, material baloncestístico en su evolución temporal (balones, botas, protectores, etc.), camisetas de eventos o de jugadores míticos, fotografías de un sinfín de situaciones reales y del mundo de la alta competición… y todas sus galerías, además de una sala propia, engalanadas con obras de arte alusivas al deporte de la canasta. Como guinda de este coleccionismo, la biblioteca “Samaranch”, única en el mundo en volúmenes temáticos sobre baloncesto, y paraíso de obligada visita para estudiosos, investigadores y curiosos de todo lo relacionado con el referido deporte.

Tuve la suerte, además de ser obsequiado con varios ejemplares editados en conmemoración de los grandes torneos: Olimpiadas, Copas de Europa, Trofeos de Navidad del Real Madrid, Copa de España, etc., que vienen a resumir y refrescarme aquellos años de infancia y juventud en los que miles de chavales de nuestra época unimos a la afición futbolística, esta otra modalidad de origen americano, que, a golpes de Coca-Cola y mini-basquet en los recreos escolares, fue calando en nuestro imaginario de gozos y aspiraciones deportivas. Serán pocos los compañeros de aquella etapa que no hayamos jugado, con más o menos brillantez y continuidad, al baloncesto.

En suma, una jornada de fiesta y alegre, como el título que tuvo el Frontón de los años cincuenta y sesenta en que se fraguaron los grandes triunfos del equipo madridista de entonces.