martes, 15 de mayo de 2012

EL I.C.C. CONQUISTA LA SIERRA DE ALBARRACÍN




Con cinco de sus más aguerridos ciclistas, el I.C.C. se desplazó el pasado fin de semana del 12 y 13 de mayo hasta las inmediaciones de la Sierra de Albarracín, con el propósito de recorrerla a golpe de pedal y demostrar que sus componentes aún mantienen la energía y la ilusión necesarias para los grandes retos ciclistas en zonas montañosas.

La concentración de partida tuvo lugar en la localidad conquense de Cañete, a la que llegaron los ciclistas tras una salida marcada por el imprevisto de los alcazareños Fontaine y Alamov, que quedaron a merced de la grúa de emergencias cuando el vehículo en el que se desplazaban hasta Tomelloso dijo inesperadamente ¡basta!. Superado el trance, gracias a la generosa acción de Martinelli y su caravana remolcadora, el equipo pudo reunirse a pie mismo de la Autovía de los Viñedos para, ya sin dilaciones, dirigirse al punto de arranque de la marcha ciclista. 

Pero como siempre hay alguna nota pintoresca que añadir para que la crónica supere la prosa monótona de lo previsible, Giulliano Martinelli aprovechó una breve parada en Motilla del Palancar para lanzarse como un poseso en busca de unas playeras ligeras que le descargasen de peso su mochila y su conciencia, sin percatarse de que llevaba otras muy similares entre sus bártulos. ¡Cosas de los personajes, que nunca dejan de sorprendernos!.
Al filo de la una de la tarde estábamos al pie de la muralla de Cañete, sorprendente por su enclave y por albergar las gestas de Don Ávaro de Luna, copero mayor del rey, que otorga a la localidad una tradición y unos festejos que atraen a multitud de turistas anualmente. Apostados en el Hostal La Muralla, aprovechamos para avituallarnos antes de emprender la marcha a eso de las dos de la tarde.

Aunque exigente en su trazado y dura en algunos tramos, como la subida al puerto de El  Cubillo, el buen estado de las carreteras así como la intermitente lluvia, fina y suave, que refrescaba el ambiente y a los propios ciclistas, la marcha fue transcurriendo con tranquilidad y buen ritmo, pasando por pequeñas localidades como Huerta del Marquesado y Laguna del mismo nombre, de aguas tranquilas rodeadas de espléndidos pinares que se fueron acentuando por las sucesivas zonas recorridas, con el río Guadalaviar escoltando nuestros pasos y así hasta la parada en Frías de Albarracín, donde hicimos un pequeño alto en el Mesón del Alto Tajo, para reponer fuerzas nuevamente y poder acometer el tramo final con solvencia. A los pocos kilómetros hicimos una parada obligada en el nacimiento del Río Tajo, cuyos símbolos que lo señalizan no son precisamente un acierto de armonía con el entorno sino un canto a la España imperial y trasnochada mediante la reproducción hortera y cutre de los viejos tópicos patrios.

Ya con la carretera en clara tendencia descendente, pasamos por Calomarde y alcanzamos la ansiada llegada a Albarracín atravesando el túnel o Arco que da paso a una población encantadora, rodeada de murallas y un castillo del tiempo en que fue árabe, rodeada por el río Guadalaviar y cargada de leyendas como la que cuenta que doña Blanca de Aragón vivía prisionera en una de sus torres y que su espíritu bajaba a bañarse al río en noches de luna llena después de haber muerto de tristeza. Lo cierto es que es una población con un especial encanto, con casas de piedra de mampostería en sus plantas bajas y pisos altos con un entramado de yeso y madera de tonos rojizos y unas calles que conservan su empedrado antiguo. Igualmente destacable son las rejas que cubren ventanales y balcones en toda la población y que se atribuyen a un tal Antonio Jarreta que trabajaba el hierro forjado además de arreglar los arados de los agricultores de la zona.

En ese acogedor marco nos hospedamos en el Hotel Albarracín, antiguo palacio también de piedra y con unas vistas espectaculares a todo el contorno interior de la población y desde él salimos a recorrer sus calles con un cielo ya en declive de luz, lo que le confería una belleza añadida, y a tomar unas gratificantes cervezas en mitad de su plaza principal repleta a esas horas de visitantes y en donde Martinelli aún tuvo arrestos físicos para dar unas pataditas al balón,  que disputaban unos incansables chiquillos sin parar de alborotar, chutar contra los arcos de piedra o de rebotar contra la cabeza del algún sorprendido paseante. La buena impresión de las cervezas otorgó un plus de confianza al camarero del local que nos ofreció la posibilidad de cenar en su comedor situado a escasos metros y a cuya reservada mesa nos dirigimos, tras un paseo previo, para degustar unas viandas que nos supieron a gloria.

La reflexión de la noche la puso Martinelli con su peculiar filosofía: “Hacernos mañana 130 kilómetros en la puta bici para llegar a la realidad tan cruda y encontrarte el lunes con lo mismo…” Con estas reflexiones de su repertorio de librepensador, nos dejó con la miel en los labios de esta existencia que no  siempre responde a lo que de ella esperamos, pero a la que estamos inexorablemente amarrados, quizá como la infanta Doña Blanca de Aragón, que terminó por morir de tristeza.

DATOS TÉCNICOS DE LA 1ª ETAPA

Distancia: 96,1 kms.
Tiempo de pedaleo: 4 h 31’ 27’’
Veloc. Media: 21,2 kms./h.
Veloc. Máx.: 66,2 Kms./h.
Calorías consumidas: 2112




La segunda etapa la iniciamos desde el mismo Hotel Albarracín, en el que tomamos fuerzas físicas mediante un desayuno bufet que nos permitió acumular reservas para distribuirlas a lo largo de la jornada, además de fuerzas mentales por el impacto que una joven rubia causó en la mente de algunos de los expedicionarios que ya no la pudieron borrar de su imaginario, recurrente a lo largo del resto del recorrido.

Para no ser menos, confundimos los primeros cinco kilómetros por una ruta que no era la prevista y tuvimos que rectificar con esa especie de calentamiento añadido, para acometer una dura subida hasta el Puerto del Pozondón, seguir por Monterde de Albarracín y el paso de Bronchales antes de llegar a otro de los municipios pintorescos y singulares de la zona, Orihuela del Tremedal, situado en un enclave precioso de verde y con una iglesia barroca del Siglo XVIII dedicada a la Virgen de la Asunción. Allí paramos a reponer fuerzas y dar cuenta de algunos de los bocados acumulados en el hotel.

La marcha se fue haciendo más lenta por la continuidad de las subidas y el aumento del calor que, esta vez, no tenía filtros ni sombrillas aliadas como lo fueron las nubes la tarde anterior. El sol caía con justicia y los kilómetros con lentitud. Así fuimos pasando por pequeñas localidades situadas como en postales de paisajes de sierra, tales como Noguera, Tramacastilla, Torres de Albarracín y más adelante Royuela, lugar que elegimos para hacer otro alto prolongado y comer, si bien, los más clásicos del Club lo entendieron como una transgresión a los hábitos que marcan la tradición, esto es, parada breve y colación frugal.

Lo cierto es que tras refrescarnos en un pilón de dos caños que ofrecía un agua fresquísima y cristalina, nos dirigimos al posiblemente único restaurante del lugar que nos propuso una carta de dudosa calidad para nuestras necesidades. Especialmente las carnes y pescados elegidos como complemento a las ensaladas iniciales dejaban mucho que desear y quedaron casi íntegras en los platos. Pero era importante reponer sólido y líquido porque nos esperaba una siesta subiendo los últimos desniveles importantes hasta llegar Toril, desde cuya población la ruta entraba en un claro y evidente descenso continuo.

Aunque las fuerzas iban ya muy escasas, el calor apretaba y la distancia aún deparaba casi treinta kilómetros más, la buena marcha del descenso, los relevos y las ganas de finalizar terminaron triunfando sobre el desánimo y el grupo entró nuevamente en Cañete tras dejar atrás Salinas del Manzano y El Broñigal  a eso de las siete de la tarde, para ir nuevamente a parar al pie de la muralla donde el amigo de Martinelli nos tenía a buen recaudo el medio de transporte, mostró su generosidad con una invitación a las reconfortantes cervezas posetapa y nos dejó sin más preámbulos, para ir a celebrar la victoria madridista en la Liga, dando cuenta de un cabrito que él mismo se había encargado de preparar.

El viaje de regreso fue una sucesión de emociones futbolísticas radiofónicas por saber qué equipos irían al infierno de la 2ª División y qué otros permanecerían en el purgatorio de la 1ª. Porque el cielo, todo el mundo ya sabía para quién está reservado. Lo siento, Malaño, ¡Hala Madrid!

DATOS TÉCNICOS DE LA  2ª ETAPA

Distancia: 132 kms.
Tiempo de pedaleo: 6 h 38’ 48’’
Veloc. Media: 19,8 kms./h.
Veloc. Máx.: 61,7 Kms./h.
Calorías consumidas: 2448


lunes, 7 de mayo de 2012

PASO ATRÁS INMERECIDO


En el decisivo encuentro que el Gimnástico de Alcázar jugó en su campo frente al segundo clasificado, el C.D. Azuqueca, el conjunto alcazareño dio un paso atrás en sus aspiraciones de jugar la fase de ascenso a la 2ª División B al empatar a un gol en un partido en el que mereció algo más.

Y eso que las cosas se pusieron favorables cuando en el minuto diez el árbitro señaló un penalti favorable por manos de un defensor azudense y Nacho Peñuela se encargó en convertirlo en el primer gol para los locales. Con esta renta el equipo jugó a su estilo, cerrando bien las líneas y saliendo al contraataque con cierto peligro, pero sin que el marcador se alterase en la primera mitad.

En la segunda parte, los visitantes salieron con más decisión a buscar el empate y lo consiguieron en una falta rematada por su delantero centro que aprovechó su altura para imponerse por alto a la defensa alcazareña. Era su mejor arma y la buscaron en todo momento para conseguir sus propósitos, dada la envergadura de algunos de sus jugadores. El defensa central se impuso por alto en casi todos los balones y a pesar de que Toncheff se fajó como un auténtico jabato frente a él, solo pudo crear una ocasión de gran peligro que finalmente no encontró puerta.

También Parra tuvo su gran ocasión al rematar un centro desde la izquierda de Chule pero envió el balón alto sin que su remate fuera bien dirigido. Y a pesar de los intentos finales del equipo alcazareño, guiado más con el corazón que con el buen juego, el resultado no se alteró y el partido finalizó con el referido empate.

Cabe destacar que el partido sirvió de homenaje a la Cruz Roja como entidad que lleva colaborando con el fútbol alcazareño desde hace mucho tiempo y que aprovechó para presentar su Sorteo del Oro. Su presidenta realizó el saque de honor y presenció el partido desde el palco.

martes, 1 de mayo de 2012

ENTRENAMIENTO DEL I.C.C.

Varios miembros del I.C.C., concretamente Fontaine, Alamov y Martinelli, se citaron en Villarrubia de los Ojos del Guadiana para preparar un recorrido de acomodación y entrenamiento para el reto de los Montes Universales y Albarracín dentro de una quincena. Los alcazareños cumplieron con el horario y a las 8:45 horas se encontraban en la gasolinera de entrada a la población a la espera de un Martinelli que, tras llamada de aviso, aún se encontraba en ruta y retrasó ligeramente la partida. Como la mañana era fresca al límite con el frío, las indumentarias fueron a gusto de cada cual y ninguna prenda invernal hubiese estado de más. Realizada una foto costumbrista en la escultura que marca la dirección hacia Urda y adorna una rotonda de paso por la población, los ciclistas comenzaron la ascensión que ya desde el inicio es exigente por el desnivel de sus rampas. Martinelli acusó su falta de actividad y fue a remolque de sus compañeros en una estampa inusual para sus costumbres. Así coronaron la cima del Puerto de los Santos. A partir de la bajada y una vez entrados en la provincia de Toledo, la carretera se estrecha pero el firme se mejora notablemente y el paisaje aporta ese tono de verde primaveral realzado por los sucesivos balcones naturales que proporciona el escarpado terreno, que vuelve a empinarse hasta comenzar la segunda gran subida hasta las antenas de televisión y telefonía ubicadas en el punto más alto. A partir de allí, el descenso hasta Urda se hace un trámite placentero por la inclinación y el impulso del viento favorables. En Urda aprovechamos para el avituallamiento en uno de sus bares emblemáticos por tradicionales, regido por la familia del Gafas y ahora en manos ajenas pero sin perder su sabor de casino decadente o de cabaret frustrado. Retornados a la bici, acometimos el tramo más duro, desagradable y dificultoso de todo el recorrido. La carretera hacia la nacional que enlaza con Fuente el Fresno está en unas condiciones deplorables, con baches, asfalto resquebrajado y parches que obligan a una conducción temblorosa e insegura en muchos momentos. Además contábamos con un viento cada vez más desfavorable y frontal que hacía incluso difícil refugiarse en los compañeros. Aguantamos como pudimos y alcanzamos la intersección con la nacional de Toledo a Ciudad Real y aunque el viento seguía soplando desfavorablemente, el piso y la amplitud del arcén permitían una marcha solvente para alcanzar el objetivo de llegar a Fuente El Fresno a buena hora. Además la belleza del paisaje con numerosas fincas de recreo y algunas ventas en la carretera con animales pastando y algunos arroyos cercanos, conferían un paisaje vistoso y ameno. Desde Fuente el Fresno acometimos el último tramo hasta alcanzar la meta en Villarrubia, ya con viento algo más lateral y una carretera aceptable. Pasamos por delante de la ermita de la Virgen de la Sierra, en un paraje espectacular y finalizamos el recorrido atravesando la población por su intrincado callejero hasta alcanzar la gasolinera y nuestros coches. Como no hay final feliz sin celebración, Petrosian propuso adentrarnos en el cercano tugurio conocido como El Rancho, un local de la Hispania profunda, atestado de recios lugareños degustando aperitivos no menos contundentes y recién salidos de una plancha que echaba humo, como humo echaban los cigarros de varios de los clientes que se pasan la normativa por el arco del triunfo como tantos otros ejemplares de este impresentable país. Y para colmo, en el patio del recinto descansaban varias motocicletas equipadas con esos maletines pizzeros, pues según Alamov, la empresa sirve a domicilio. ¡El colmo! Estábamos delante de un Burgerrubia, eso sí rural y asilvestrado. Qué dirá M. Renard cuando sepa en qué antros alternan sus acólitos de las dos ruedas.